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Luis Miguel y Genoveva: ni manitas ni romance
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Luis Miguel y Genoveva: ni manitas ni romance

Parece mentira que en estos tiempos en los que las comunicaciones planetarias son tan sencillas como darle un grito al vecino de abajo las noticias puedan

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Luis Miguel y Genoveva: ni manitas ni romance

Parece mentira que en estos tiempos en los que las comunicaciones planetarias son tan sencillas como darle un grito al vecino de abajo las noticias puedan deformarse tanto al cruzar los 9.000 kilómetros que separan Madrid de México. Parece mentira pero es verdad.

En el país azteca se desayunaban este miércoles con la noticia de que el cantante Luis Miguel mantiene un romance con Genoveva Casanova, la ex de Cayetano Martínez de Irujo. Todo surgió porque la periodista mexicana Maxine Woodside aseguró en su programa de radio Todo para la mujer que los dos habían salido a cenar juntos al restaurante Txistu de Madrid, lo cual no deja de ser cierto, aunque para ver en la velada el génesis de la pasión hace falta tener una imaginación más grande que el Océano Atlántico.

Es verdad que cenaron juntos, es verdad que lo hicieron juntos... y hasta es verdad que lo hicieron en compañía de dos amigos de la estrella, pero es precisamente en este último detalle en el que radica la auténtica explicación al encuentro entre los dos. La pareja en cuestión era la formada por Enrique Ponce y Paloma Cuevas, que se dieron el primer paseo tras el nacimiento de la pequeña Paloma.

Los dos, que son amigos del ex de Mariah Carey, invitaron a Genoveva a que les acompañara durante el ágape: al fin y al cabo, ambos son ciudadanos de los Estados Unidos Mexicanos y el encuentro era un modo para que ambos se sintieran cómodos durante la cena. Una cosa es segura: si Genoveva y Luis Miguel estuvieran viviendo un romance de verdad el último lugar al que irían es a un local tan público y concurrido como Txistu: ¿Quién querría hacer las manitas de las que hablan en México si tienes a todo un restaurante lleno de celebrities y periodistas a tu alrededor?

Parece mentira que en estos tiempos en los que las comunicaciones planetarias son tan sencillas como darle un grito al vecino de abajo las noticias puedan deformarse tanto al cruzar los 9.000 kilómetros que separan Madrid de México. Parece mentira pero es verdad.