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El abogado Hermosilla no recibe en casa
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El abogado Hermosilla no recibe en casa

Uno de los encuentros sociales más esperados del verano en la capital era, desde hace más de dos décadas, la reunión social que el abogado Ramón

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El abogado Hermosilla no recibe en casa

Uno de los encuentros sociales más esperados del verano en la capital era, desde hace más de dos décadas, la reunión social que el abogado Ramón Hermosilla organizaba en su casa de La Moraleja. Hermosilla disfrutaba creando estos eventos; proponía actividades nuevas cada año. Si un año la fiesta tenía que ver con Las Mil y Una Noches, al año siguiente recreaba una jungla. Eran fiestas temáticas que sorprendían a todos sus invitados. Tanto el jardín como el interior de la casa se convertían en recreaciones de espacios salvajes o en escenarios de Walt Disney y cuentos tradicionales como el de Los Tres Cerditos o La Bella Durmiente.

La fiesta se acabó

Este año la sociedad madrileña también espera esta fiesta... que no llegará. La crisis no ha sido la culpable de que al letrado se le hayan quitado las ganas de seguir siendo, por un día, el anfitrión de la clase alta: la causa ha estado, más bien, en que a Ramón se le han esfumado las ganas de una organización tan esclava, por lo que acudirá a fiestas, como lo hizo el jueves pasado a la de José María Amusátegui, pero no recibirá en la suya.

Nadie le echará nada en cara: durante más de veinte años su casa se abrió para societé madrileña y se convirtió en el paraíso del buen humor y el disfrute vacacional dentro de la ciudad. ‘Por sus fiestas le recordarán’, que diría aquel...

Uno de los encuentros sociales más esperados del verano en la capital era, desde hace más de dos décadas, la reunión social que el abogado Ramón Hermosilla organizaba en su casa de La Moraleja. Hermosilla disfrutaba creando estos eventos; proponía actividades nuevas cada año. Si un año la fiesta tenía que ver con Las Mil y Una Noches, al año siguiente recreaba una jungla. Eran fiestas temáticas que sorprendían a todos sus invitados. Tanto el jardín como el interior de la casa se convertían en recreaciones de espacios salvajes o en escenarios de Walt Disney y cuentos tradicionales como el de Los Tres Cerditos o La Bella Durmiente.