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Juncal Rivero y la ley de Murphy
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Juncal Rivero y la ley de Murphy

Cuando uno tiene un mal día parece que todo se conjura en su contra: ¡dichosos biorritmos! Además, ya dice la ley de Murphy que cuando algo

Foto: Juncal Rivero y la ley de Murphy
Juncal Rivero y la ley de Murphy

Cuando uno tiene un mal día parece que todo se conjura en su contra: ¡dichosos biorritmos! Además, ya dice la ley de Murphy que cuando algo puede salir mal, saldrá mal. En esos momentos es mejor quedarse en casa, escondidos en la cama, bien tapaditos por la manta defendidos del mundo exterior, pero no siempre se puede: el trabajo manda y si hay que ganarse las lentejas, da igual haberse levantado con el pie izquierdo.

Juncal Rivero, que hace dos días presentó en Madrid la final del Certamen de Jóvenes Creadores de Moda del Ayuntamiento de Madrid, vivió durante la gala uno de estos momentos desastrosos. La ceremonia tenía lugar bajo la carpa del Circo Price de Madrid, y por allí desfilaron los modelos de varios jóvenes que comienzan a despuntar en el mundo de la moda.

 

La presentadora, la primera modelo española en desfilar en París, no las tenía todas consigo. Algo fallaba en el guión de la ceremonia, porque en alguna ocasión que otra lo que ponían los papeles no coincidía con lo que ocurría sobre el escenario. ¿Terror, pavor? No, porque a pesar de su mal día, Juncal pudo reconducir la situación.

Por suerte la ex conductora de Noche de Fiesta demostró sus tablas ante este tipo de contratiempos y prefirió resolverlo apelando al sarcasmo: “Soy lamentable”, llegó a comentar a micrófono abierto. No, Juncal, tampoco es eso: simplemente es que algunos días lo mejor es quedarse en la cama... aunque nadie dé dinero por eso.

Cuando uno tiene un mal día parece que todo se conjura en su contra: ¡dichosos biorritmos! Además, ya dice la ley de Murphy que cuando algo puede salir mal, saldrá mal. En esos momentos es mejor quedarse en casa, escondidos en la cama, bien tapaditos por la manta defendidos del mundo exterior, pero no siempre se puede: el trabajo manda y si hay que ganarse las lentejas, da igual haberse levantado con el pie izquierdo.