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Michel Brown, el gavilán metido a paloma
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Michel Brown, el gavilán metido a paloma

La cosa va de admiradores y admirados. Sucedió en Madrid como podía haber sucedido en cualquier otro lugar. Un grupo de vips se reunía y los

Foto: Michel Brown, el gavilán metido a paloma
Michel Brown, el gavilán metido a paloma

La cosa va de admiradores y admirados. Sucedió en Madrid como podía haber sucedido en cualquier otro lugar. Un grupo de vips se reunía y los profanos aprovechaban para curiosear a las puertas del punto de congregación. Bueno, del punto suspensivo, que es el nombre que el dueño ha dado al local de diseño que ha plantado en pleno centro de la capital española.

 

Como buen amigo, igual que estuvo Edith Salazar, el actor Michael Brown se dejó ver por allí para el agrado de unos cuantos. Más de uno se acercó a saludarle y el accedió sonriendo. No hay nada como saberse un seductor para atraer más la atención. Tal fue la expectación levantada por que profesor de teatro del colegio de ‘Física o Química’, que más de uno se vio arrastrado por el remolino que dejaba a su paso rodeado por un grupillo de gente, y es que muchos eran los amigos y no demasiado el espacio.

El argentino se debate en la ficción entre sus compañeras de piso, encarnadas por Blanca Romero y Cecilia Freire, dos mujeres que ya han entrado en una lucha sin tregua para ver quien consigue llevarse el gato al agua. Bueno, en este caso a Michel, porque ‘el gato’ era su compañero de reparto en la serie que le dio a conocer en nuestro país, 'Pasión de Gavilanes'.  Y en la vida real hay más de una que sigue la estela de los guiones de la serie, ya que algunas de sus fans se lanzaron con sus teléfonos móviles hacia el actor. No sabemos si para conseguir su número, para hacerse una foto con él o ambas cosas. ¿Anotaría los números de teléfonos de todas? ¿Cómo se registran tantos datos para luego recordarlos?

Pasiones parece que levanta. Pero, al final, como cantaba Pablo Abraira en aquella canción escrita por Pérez Botija, el pobre gavilán casi se convierte en paloma, acorralado por algunas de las féminas que habían acudido al evento. Y eso que el chico tiene pareja, y muy agraciada, o al menos eso se dice, se rumorea y se comenta, para desgracia de sus más fanáticas seguidoras. Y es que, parafraseando la mítica canción “Amiga, hay que ver como es el amor”. Aunque sea platónico.

La cosa va de admiradores y admirados. Sucedió en Madrid como podía haber sucedido en cualquier otro lugar. Un grupo de vips se reunía y los profanos aprovechaban para curiosear a las puertas del punto de congregación. Bueno, del punto suspensivo, que es el nombre que el dueño ha dado al local de diseño que ha plantado en pleno centro de la capital española.