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Colega, ¿Dónde está el coche de Eva?
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Colega, ¿Dónde está el coche de Eva?

Tanto tiempo con la prensa detrás hace que a uno, de vez en cuando, se le vaya el santo al cielo. Ya le sucedió a Sofía Mazagatos,

Foto: Colega, ¿Dónde está el coche de Eva?
Colega, ¿Dónde está el coche de Eva?

Tanto tiempo con la prensa detrás hace que a uno, de vez en cuando, se le vaya el santo al cielo. Ya le sucedió a Sofía Mazagatos, que estaba en el candelabro en vez de en el candelero o a Brooke Shields, que era consciente de que cuando uno moría estaba perdiendo “una parte muy importante de su vida”. De los lapsus linguae ya hemos hablado en otros momentos y son, al fin y al cabo, el menor de los males.

El problema viene cuando uno se despista de tal forma que acaba poniéndose un zapato de cada color, colocando las llaves de casa en el congelador o poniendo los platos sucios en la lavadora. Sin llegar a esos domésticos extremos, hay veces que el despiste hace que perdamos un poco el sentido de la orientación, máxime si hay unos cuantos con un micrófono y una cámara siguiéndonos.

Eva González ya intenta tomárselo con humor, además, motivos para estar feliz no le faltan. Sabe que desde que salió a la luz su relación con Cayetano Rivera Ordóñez está en el punto de mira de todo paparazzi que se precie. La estación del AVE es un punto clave en la localización de rostros conocidos, por eso cuando Eva regresaba de Sevilla se encontró con su particular comité de bienvenida.

El problema es q esa bienvenida fue tan calurosa que se desorientó y no era capaz de encontrar su coche dentro del aparcamiento no se quería liar a dar vueltas a lo loco. Menos mal que siempre se puede pedir ayuda a los reporteros, que conocen tu coche mejor que tú mismo y no convertirte en la protagonista de aquella absurda comedia americana, aunque bien pensado, si con ese argumento hicieron una película, las aventuras de nuestras celebrities bien valen un serial.

Tanto tiempo con la prensa detrás hace que a uno, de vez en cuando, se le vaya el santo al cielo. Ya le sucedió a Sofía Mazagatos, que estaba en el candelabro en vez de en el candelero o a Brooke Shields, que era consciente de que cuando uno moría estaba perdiendo “una parte muy importante de su vida”. De los lapsus linguae ya hemos hablado en otros momentos y son, al fin y al cabo, el menor de los males.