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Sexo y menstruación: ¿incompatibles o inseparables?
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Receca Royo Ortiz

El Eroticón

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Sexo y menstruación: ¿incompatibles o inseparables?

Hay algo de arcaico, de ancestral en la aversión que algunos hombres sienten ante la menstruación femenina. Algunas culturas tienen toda una serie de rituales que

Hay algo de arcaico, de ancestral en la aversión que algunos hombres sienten ante la menstruación femenina. Algunas culturas tienen toda una serie de rituales que las mujeres han de cumplir para no ‘contaminar’ con lo que consideran ‘su impureza’ a todo lo que la rodea, pero a estas alturas de la película para algunos varones occidentales, supuestamente alejados de la superchería y la tradición, también sigue siendo así.

El caso es que una, como mujer que es, aún se siente ofendida por los clichés y los tabúes que siguen existiendo en torno a algo casi tan antiguo como el mundo e igual de natural. Por eso y porque sé que para algunos hombres será inevitable sentir un ápice de repulsión –no me tachen de feminista-, me acerco en este Eroticón a un tema del que aún se habla poco, o quizá no lo suficiente.

Hemos hablado sobre el deseo sexual en varias ocasiones, o quizá en todas, porque hablar de sexo lleva implícita la aparición del deseo –o la carencia de él, en cuyo caso sólo por alusiones vuelve a estar presente-. Pero merece la pena preguntarse cual es el patrón de comportamiento que sigue la libido en ese bucle infinito que es el ciclo menstrual completo porque se darán una sorpresa al descubrir que en el momento en que comienza el ciclo los niveles de estrógenos se estabilizan y vuelve el deseo en todo su esplendor.

Sabiendo que en el plano fisiológico y hormonal todo está correcto, entra en juego la parte fundamental y quizá más descuidada de la anatomía sexual: la mente. Y es que si en el hombre el deseo es en mayor medida físico e incluso a veces involuntario, en la mujer el mayor órgano sexual no se puede acariciar y no tiene la sinuosa forma de un seno pero es mucho más complejo: el cerebro.

Toda esta explicación viene al caso porque el cerebro y las ganas de mantener relaciones sexuales son fundamentales a la hora de pasar por encima de creencias que son, parafraseando a una gran mujer, más antiguas que el hilo negro. Pero como la antigüedad no es un argumento que otorgue veracidad a algo per se, sinceramente, una se alegra de no pertenecer a esa época en la que la reclusión en casa durante los días de menstruación.

También se regocija por no ser bengalí y poder visitar a los enfermos, o a los bebés de mis amigas durante esos días en los que una ya tiene bastante con lo que tiene. O poder hacerse una paella, por citar un plato hecho con arroz, porque, ¡adivinen qué!, tampoco podemos tocar este cereal a riesgo de extender la mala suerte a nuestra familia y eso, si la susodicha proviene de familia numerosa es una carga muy pesada.

Hasta las escrituras que sustentan las grandes religiones monoteístas en su día hablaban sobre la impureza de la mujer durante la menstruación. Así el Levítico recoge en su capítulo 15 que “a mujer, cuando tenga el período, quedará inmunda (sucia) durante 7 días. El que la toque quedará impuro hasta la tarde”.

Suerte que los tiempos han cambiado, porque –permítanme que esgrima por una vez y sin que sirva de precedente un argumento feminista- no saben ustedes, señores varones, lo que es tener un dolor de ovarios para que encima te pongan reparos. Alguno responderá ahora que nosotras no sabemos tampoco lo que es un dolor testicular. Por favor, que ninguno le diga eso a su pareja cuando esté dando a luz sin epidural.

Hay algo de arcaico, de ancestral en la aversión que algunos hombres sienten ante la menstruación femenina. Algunas culturas tienen toda una serie de rituales que las mujeres han de cumplir para no ‘contaminar’ con lo que consideran ‘su impureza’ a todo lo que la rodea, pero a estas alturas de la película para algunos varones occidentales, supuestamente alejados de la superchería y la tradición, también sigue siendo así.