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Parafilias: Placer donde otros encuentran rechazo
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Receca Royo Ortiz

El Eroticón

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Parafilias: Placer donde otros encuentran rechazo

Cada uno es libre de excitarse con lo que quiera. Líbreme el demonio de juzgar las fantasías eróticas de cualquiera, pero hay límites que no deberían sobrepasarse. Si

Cada uno es libre de excitarse con lo que quiera. Líbreme el demonio de juzgar las fantasías eróticas de cualquiera, pero hay límites que no deberían sobrepasarse. Si bien es cierto que esa individualidad a la hora de elegir lo que nos excita y lo que no produce, de vez en cuando, sentimientos encontrados en quienes se posicionan como receptores de tan preciada información. De ahí que se conozcan las denominadas parafilias, unos patrones de conducta sexual que escapan a lo que resulta habitual e incluso socialmente aceptable.

En ese grupo entra el sadomasoquismo, una práctica poco confesada, pero quizá nos sorprenderíamos si la gente contase más a menudo lo que hace en sus ratos de asueto. Desde que escribo este blog me han hecho preguntas de todo tipo e incluso me han realizado alguna que otra proposición que no viene al caso, pero también ha habido confesiones veladas que han hecho que conozca algunos de los secretos de la gente que me rodea.

Así, mientras unas amigas me preguntaban si es cierto que los hombres se masturban más que las mujeres y por qué sucede esto, uno de ellos permanecía callado y esperando a que el resto se fuesen para preguntarme si podía considerarse masoquista por el hecho de que le gustase que le dieran, de vez en cuando, unos cachetes indoloros en el trasero.

Intenté no reírme ante esa suerte de ataque hipocondríaco antes de explicarle que tampoco era nada del otro jueves.  Así comenzamos a hablar de las parafilias. De esas las hay de todos los tipos y de lo más sorprendente pero algunas las obviaremos por ser de sobra conocidas: desde el citado masoquismo se puede llegar a la zoofilia pasando por el voyeurismo sin pestañear, pues a estas alturas casi todo el mundo conoce cuáles son los estímulos que provocan la excitación sexual en estos supuestos.

Pero hay otros menos conocidos, aunque no por ello menos sorprendentes para quienes presumen de llevar una vida sexual dentro de los límites de lo que se considera habitual. Así, en un rato -y en un intento de quitarle todo atisbo de duda a mi angustiado amigo- hablamos de la clastomanía -predilección por romper la ropa de la pareja- y la urofilia -la famosa lluvia dorada-. Hasta comentamos filias como la ailurofilia -excitación sexual por los gatos, una variante de la zoofilia- y la belonefilia, que provoca placer a aquellos que se sienten atraídos por las agujas. Mi amigo comprendió que no era tan raro, después de todo, que le apeteciera alguna vez, para salir de la rutina, propinar o recibir un cachete -insisto, indoloro-, aunque sí se sintió cohibido por el hecho de que yo conociera -y él reconociera- sus apetencias sexuales. ¿Se atreverían a confesarle ustedes a alguien las suyas?

Cada uno es libre de excitarse con lo que quiera. Líbreme el demonio de juzgar las fantasías eróticas de cualquiera, pero hay límites que no deberían sobrepasarse. Si bien es cierto que esa individualidad a la hora de elegir lo que nos excita y lo que no produce, de vez en cuando, sentimientos encontrados en quienes se posicionan como receptores de tan preciada información. De ahí que se conozcan las denominadas parafilias, unos patrones de conducta sexual que escapan a lo que resulta habitual e incluso socialmente aceptable.