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La recadera real y la psicología barata
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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La recadera real y la psicología barata

No sé si tiene algo que ver la íntima relación que esta buena señora guarda con los dioses pero yo la veo en todas partes y

Foto: La recadera real y la psicología barata
La recadera real y la psicología barata

No sé si tiene algo que ver la íntima relación que esta buena señora guarda con los dioses pero yo la veo en todas partes y a todas horas. Nunca un libro me había durado tanto. Y eso que no lo he leído. Vaya por delante mi más sincera felicitación a Pilar Urbano por su peinado imposible. Creo que una obra arquitectónica de semejante calado y valor histórico –en esas raíces hay todo un tratado del siglo XIX- merece cuanto menos un club de fans. También valoro de buen grado su extraordinario parecido físico con Curry Valenzuela, esa periodista de reputación imparcial que trabaja en Telemadrid.

Urbano trabaja, sin embargo, por cuenta propia. Es autónoma, vamos. Parásita, más bien. Ahora se dedica a recorrer las televisiones y los periódicos del mundo hablando de la corte. En realidad, a mí lo que esta dama goyesca diga ahora del Príncipe y la Reina en los magacines de Telecinco me importa tanto como el índice Nikkei en los días festivos. No voy a ser yo quien defienda a una familia que tiene un ejército a su disposición para ventilarse a la tal Urbano a cañonazos si así lo desea. No digo que lo hagan, claro. Pero si lo hacen que apunten bien.

Lo que en verdad me quita el sueño es que esta señora tiene todas las papeletas para convertirse en heredera del resquemor borbónico de Jaimito Peñafiel. Le recomiendo a Pilar Urbano que se apunte inmediatamente al nuevo reality psicológico de Telecinco para que vomite todo lo que lleva dentro. Luego que lo recoja y a lo mejor con eso le sale hasta otro libro.

No sé si vieron La Caja la madrugada del martes. Es un cubículo rojo, muy chulo, que han montado en Fuencarral. Van entrando individuos anónimos y cuatro pantallas les devuelven en imágenes los peores horrores que guardan en el subconsciente. El sadismo alcanza en esa caja catódica las mayores cotas en años. Un hombre que ha perdido a toda su familia en el accidente de Barajas enfrentado al logotipo de Spanair. Una mujer con fobia a las cucarachas rodeada de cientos de ellas. Telecinco haciendo ‘caja’ con el sufrimiento ajeno. No sé de qué me sorprendo.

 

Aun con todo, es de justicia señalar que el poderío visual de este espacio es incuestionable y su capacidad de emocionar al sujeto que se introduce en el habitáculo y al espectador utilizando el infinito poder de la imagen sensiblera, también. Las composiciones que vomitan esas cuatro pantallas son bellas hasta el dolor. Y la música que han elegido para otorgar aún un mayor patetismo al conjunto, perteneciente a la banda sonora de In the mood for love, de Wong Kar-Wai, pone los pelos de punta y contribuye a la consecución de un efecto hipnótico. Algunos expertos dicen que La Caja es una herramienta extraordinaria para barrer traumas freudianos, un descubrimiento psicológico de relevancia. No lo pongo en duda; pero tampoco entiendo qué necesidad había de montar el circo en televisión, poniendo al descubierto las fobias y abriendo las heridas de ciertas personas para disfrute del espectador-voyeur. El continente desvirtúa así el contenido. Ocurriría lo mismo si envolviésemos en papel de cocina el mejor regalo del mundo.

 

 

 

 

 

 

 

P.D.: Como se me acumula el trabajo, se lo cuento en plan ‘avance informativo’. Ayer se estrenó la nueva serie de Telecinco, Acusados. Si la vieron, les doy el pésame. Mejor dénmelo ustedes a mí, que me llevé un disgusto en toda regla. No porque esperara algo positivo de una serie nacional de jueces y villanos corruptos. De hecho, creo que la de ayer ya la había visto. Además, sale José Coronado, por lo que muy buena no podía ser. Pero al ver a la señora Blanca Portillo forzando la ‘jeta’ para hacer de tipa dura se me cayó el alma a los pies, porque esta tía tiene verdadero talento. Lo creo también de Goya Toledo, que interpreta a la mujer de Coronado. Incluso de Silvia Abascal, que muere y resucita en el primer capítulo. Desde luego es imposible pronunciar con un mínimo de dignidad frases del tipo: “Yo cocino por lo penal”  o “por favor, no me llame de usted; estoy harta de que en el despacho me llamen señoría”. En fin... Me voy a la cama, que tengo sueño.

No sé si tiene algo que ver la íntima relación que esta buena señora guarda con los dioses pero yo la veo en todas partes y a todas horas. Nunca un libro me había durado tanto. Y eso que no lo he leído. Vaya por delante mi más sincera felicitación a Pilar Urbano por su peinado imposible. Creo que una obra arquitectónica de semejante calado y valor histórico –en esas raíces hay todo un tratado del siglo XIX- merece cuanto menos un club de fans. También valoro de buen grado su extraordinario parecido físico con Curry Valenzuela, esa periodista de reputación imparcial que trabaja en Telemadrid.