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María Teresa Campos, con el carrito del helado
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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María Teresa Campos, con el carrito del helado

Algunos medios dicen que el helado con el que Campos se manchó los carrillos en algunos ejercicios tributarios es de fresa, pero ella ha mandado un comunicado para aclarar que es de vainilla. Tanto monta. En ambos casos que se llevaba el carrito

Foto: Ilustración realizada por Paco Sordo para 'Vanitatis'
Ilustración realizada por Paco Sordo para 'Vanitatis'

No sé muy bien qué es la libertad de expresión, pero hoy me gustaría hablar un poco de este asunto.

Las abadesas de este templo del verbo que es El Confidencial siempre me han garantizado que puedo hacer uso de ella, pero la verdad es que no les pillo muy bien el punto, porque yo les hago entrega de un texto corrido todos los viernes y ellos me lo devuelven lleno de socavones.

Sí, es broma. Sabrán que lo es porque, de lo contrario, esta parte supongo que habríasido suprimida. O eso, o los jefes están ya de vacaciones.

De todos modos, resulta complicado hablar de libertades cuando permanezco encadenado once meses al año a una silla que apunta a una tele. La tele siempre está encendida y en ella se emiten permanentemente imágenes ultraviolentas: una paliza, la violación de una chica, secuencias de Hitler y de Jorge Javier Vázquez. Todo en bucle. Para que no cierre los ojos me colocan un artilugio que les ha cedido un capullo que he oído que se llama Stanley. Y de vez en cuando me dan arcadas.

El mes de agosto me sueltan. No por un impulso de beneficiencia, sino porque hace unos años sufrimos una inspección estival y nos metieron un puro. A veces también me escapo. En cierta ocasión me refugié en el Ritz. Esclavo, pero con ínfulas. Ese día, otoño del año pasado, casualmente los dos finalistas al Premio Planeta desgranaban en uno de los salones los entresijos de sus obras. Pilar Eyre, mujer encantadora, hablaba de su affaire súbito con Sébastien, mientras Jorge Cepeda, ganador, relataba los avatares del infierno mexicano, que por lo que parece arde de costa a costa.

Aquel día se me quedó grabada una frase del periodista y escritor, que paso a reproducir de memoria: “En mi país los riesgos de ejercer el periodismo van desde la amenaza de asesinato a que un día te veas sentado en la mesa del poder”.

Me viene a la cabeza la imagen de Cepeda, no sé por qué, mientras leo que una reportera de Telecinco entrevistó hace unas semanas a Corinna, la alemana esa que le sujetaba la escopeta al Rey Juan Carlos (de esto sabe mucho precisamente Pilar Eyre), entrevista que acabó publicada en El Mundo y en la que por cierto la falsa princesa miente más que habla. Todo hace indicar que el controvertido percal se desvió al citado diario porque los Reyes Felipe y Letizia habían confirmado asistencia a la fiesta de celebración del 25 aniversario de la cadena, celebrada el pasado 9 de julio. Así que no era cuestión de enfadar a sus católicas majestades antes de que financiasen semejante campaña de blanqueamiento y marketing viral by the face. Un, dos, tres… ¡Pa-ta-ta!

Analicemos en profundidad el asunto. Una cadena de televisión tiene sobre la mesa un material ligeramente inflamable referido a la monarquía, días antes de que la monarquía le preste los galones para colgárselos en la solapa durante media hora de luz y taquígrafos. La cadena decide que no publica nada, pero lo cede (o lo vende, vaya usted a saber) a un medio amigo, es decir, dispara desde la azotea. Los Reyes acuden a su cita. De lo narrado se desliza que, de haber visto en Telecinco aquellas declaraciones de la madrastra del cuento, el monarca quizá hubiese reculado y guardado de nuevo la comitiva en el garaje. Es decir, que los Reyes apoyan a Telecinco, sin importarles demasiado la escoria que emitan, siempre y cuando esta no les salpique.

¡Puñetero Stanley! Ya me están dando arcadas.

Menos mal que aún queda gente en el mundo como mi querida, adorada, idolatrada incluso,María Teresa Campos, una ciudadana comprometida donde las haya. Sobre todo con la tercera edad, colectivo al que entretiene (aunque entretener quizá no es el verbo adecuado) de forma desinteresada cada sábado y domingo, y al que ayuda con sus contribuciones tributarias anuales, destinadas en su mayor parte al pago de sus pensiones. Y eso a pesar de que mantener a Terelu no sale barato. Pero Marité es, y lo ha sido siempre, periodista y ciudadana antes que madre.

Teresa, mística y santa, es sin duda una de las pocas mujeres que ha dedicado su vida a luchar con tenacidad por la libertad de expresión y de prensa, por el derecho de los ciudadanos a estar informados. Y ha ejercido esa libertad sin complejos. Pero, claro, la garantía de todos esos intangibles no viene tan bien cuando te pillan con el carrito del helado de Montoro. Supongo que están al corriente (de pago). Pues ella “no sé, no me consta”, que diría la Infanta.

Algunos medios han asegurado que el helado con el que Teresa se manchó durante algunos ejercicios los carrillos es de fresa y ella ha mandado un comunicado para aclarar que es de vainilla. Tanto monta. En ambos casos queda demostrado que se llevaba el carrito. No entiendo los tres primeros párrafos del citado comunicado de Marité al respecto de este asunto. Tampoco sé en qué medida se han redactado de forma pretendidamente ambigua. Sin embargo, el cuarto me ha quedado muy clarito:

“Quiero advertir a todos los medios de comunicación (...) que me reservo el derecho a iniciar todas las acciones legales que procedan”.

Ay, Teresa, Teresa. Tú, precisamente tú, que clamaste al cielo cuando el Supremo te condenó vilmente a pagar 60.000 euros a los Aznar por adelantar en exclusiva la separación nunca consumada del expresidente y su señora Botella por aquellos líos de faldas. Tú, que ese día lloraste. Nosotros, que ese día te prestamos nuestro hombro. Y ahora nos lo pagas advirtiéndonos… “A todos los medios de comunicación”, nada menos. Me quito el sombrero ante semejante destape.

Creo que ya lo he contado aquí alguna vez, pero recuerdo que en cierta ocasión escribí un artículo acerca de las Campos y, tras ello, recibí un sinfín de congratulaciones en el ámbito de lo privado fundamentalmente de personas que habían trabajado en televisión con ellas; que habían estado sentadas a su mesa, tal y como lo definiría Cepeda. Y todo por decir “lo que nadie antes se había atrevido a decir”. No entendí esos mensajes. Al menos no hasta el día siguiente, cuando me visitaron por sorpresa dos simpáticos ucranianos. No, es broma. No eran dos simpáticos ucranianos, eran tres terroristas chiítas armados de comunicados hasta los dientes. Los mismos, supongo, que aparecen en la película de Almodóvar Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Si este artículo se titulase así, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Corinna interpretaría el papel de Julieta Serrano, una dama traicionada por los hombres que, cuidado que vienen metáforas, nunca sale a la calle sin postizo. Terelu sería, sin duda, María Barranco, la chica sin miedo al ridículo de los pendientes en forma de tetera. Vasile, el donjuán, Fernando Guillén, siempre dispuesto a bailar con la más guapa (y a mandar a la fea con un amigo). Y la protagonista absoluta de la historia, de esta y de todas, sería María Teresa Campos, en el papel de Pepa, Carmen Maura en la original. Una mujer aguerrida dispuesta a luchar, a tiros o burofaxes si hace falta, por su dignidad como mujer. Y como contribuyente.

¿Y quépapel interpretaríamos nosotros, querido lector? Seríamos los torpes inspectores (de policía, que no de Hacienda) que se quedan dormidos al principio de la película y que pasan el resto del metraje impasibles a todas las hazañas, delictivas en su mayor parte, que acontecen en la trama. El gazpacho tuvo la culpa. Un sorbo de sugerente y grumoso gazpacho, ese juguillo telecinquero, ese néctar corrupto que nos tiene completamente narcotizados.

¿Que qué pasará cuando despertemos? Cuando Rossy de Palma, que también había bebido gazpacho, recobra por fin el seso en un ático con vistas 'cartón piedra' al Madrid de los Borbones, dice: “Cuando yo entré por esa puerta, era virgen... y tengo la impresión de que ya no lo soy”. Y a continuación suena Puro teatro de La Lupe.

Pues eso, que nos vamos a despertar bien follados. Siento el lenguaje, pero esto es una película española, qué esperaban.

Y ahora rompo cadenas y me marcho montado en mi carrito del helado, que no tiene ruedas, pero que a algún sitio de playa llegará. Nos vemos en septiembre.

No sé muy bien qué es la libertad de expresión, pero hoy me gustaría hablar un poco de este asunto.

María Teresa Campos Telecinco
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