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Los cuernos te sientan tan bien, Alba Carrillo
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Los cuernos te sientan tan bien, Alba Carrillo

No sé muy bien por qué razón, pero Ruca y yo estamos viendo en este momento, cinco años después de su estreno en USA, la primera temporada de 'American Horror Story'

Foto: Ilustración de Jate realizada para Vanitatis
Ilustración de Jate realizada para Vanitatis

No sé muy bien por qué razón, pero Ruca y yo estamos viendo en este momento, cinco años después de su estreno en USA, la primera temporada de 'American Horror Story', 'Murder House'. Esperaba algo más de ella, como del amor, pero al final ambas cosas han entrado en mi vida para asustarme y poco más. En los primeros capítulos de la serie de marras quise ver una especie de retrato social americano partiendo de la fotografía fija de un matrimonio disfuncional. Una especie de 'American Beauty' con menos pétalos conservadores y más cadáveres en el sótano de la antropología, pero las metáforas solo estaban en mi mente, como el miedo, y fueron muriendo a medida que lo hacían casi todos los personajes.

Como el percal resultaba cada vez menos sugerente, a veces utilizaba como excusa parte del metraje para imaginarme una adaptación española protagonizada por Alba Carrillo y Feliciano López y financiada, cómo no, por Paolo Vasile, consejero delegado de Telecinco y padre del noventa por ciento de la ficción española con visos de relato gótico, dantesco o directamente fúnebre.

Nueve de cada diez consumidores habituales de Telecinco reconocen tomar o haber tomado Prozac

¿Saben quién es Alba Carrillo? Yo hasta hace tres o cuatro meses tampoco. Floreció el capullito de esta amapola en plena primavera para vendernos un alérgico dramón matrimonial patrocinado primero por la revista '¡Hola!' y más tarde por Telecinco. Pero esa farsa sensiblera recorrió mi epidermis de mala persona con la misma inanidad que los 108 minutos de rollo de película que albergan las imágenes de 'Un monstruo viene a verme', lo nuevo de Juan Antonio Bayona. Ambos dramas se me parecen mucho, porque pretenden erizarme el vello con la misma suerte que correría una lombriz intentando empalmar a un elefante.

Yo no lloro; yo me río.

Foto: Fotograma de 'Un monstruo viene a verme'.

Preocupado porque últimamente confundo con facilidad los dramas con las comedias, he decidido acudir al psicólogo, sobre todo después de desmayarme hace unos días en el jardín de mi casa, tras ver cómo los patos que habitaban hasta entonces mi piscina echaban de repente a volar. Le conté esto a la doctora y me dijo que mi problema con los géneros narrativos era tan severo que había asumido como experiencia propia una escena que vi en su día en el primer capítulo de 'Los Soprano'.

-Los pájaros están solo en su cabeza- me dijo el psicólogo mientras mordía un lapicero.

-Vaya, creí que estaban en la cabeza de alguna otra como Alba Carrillo- contesté yo.

-Deje de ver tanto la televisión y…

Sí, había llegado el temido momento del Prozac (Tony Soprano dixit).

Y he de decir, sin embargo, con la perspectiva del tiempo, que el Prozac ha cambiado mi vida. Para bien, además. Fue tomar la primera cápsula y me entraron unas ganas incontenibles de poner Telecinco porque, como todo el mundo sabe, o en su defecto intuye, nueve de cada diez consumidores habituales de Telecinco reconocen tomar o haber tomado Prozac.

placeholder Alba Carrillo en una imagen de archivo de una campaña publicitaria
Alba Carrillo en una imagen de archivo de una campaña publicitaria

Ahora miro a Alba Carrillo con otros ojos. La veo y lloro. Pero no de rabia o de pena, como antes. Empatizo con su drama y lloro. Por fin. Porque una cosa hay que reconocerle a esta chica: es una revolucionaria. No en plan guerrillera que se echa al monte, pues su trinchera es mucho más abstracta y profunda. Algunos han cambiado el mundo con una metralleta, ella lo ha hecho con una cornamenta.

Foto: Alba Carrillo (Gtres)

Alba ha construido un mundo alternativo en el que los cuernos son una ventaja. Alguien que sufre una infidelidad tiende a ocultarlo, pero ella ha decidido tunear sus pitones con purpurina y luces de neón y pasearlos por los 'photocalls' reconvertida en una especie de Gertrud contemporánea (by Carl Theodor Dreyer) que busca el amor absoluto y, pobre desdichada, nunca lo encuentra.

Nueva musa de cierta literatura de antaño, esa en la que los amantes se separaban dolorosamente al amanecer, esto es, al alba, la Carrillo, una mujer que se casó por amor con un tenista millonario (ejem, ejem), recorre los platós y los 'stands' patrocinados jugando a insertar billetes de 100 en esas bonitas protuberancias que tiene sobre la cabellera.

¿Y acaso eso está mal? Pues, no. Claramente, no.

Ya lo dice Tony Soprano: “Es como una pirámide. Desde tiempos inmemoriales, la mierda baja y el dinero sube; es así de simple”.

Prozac y amén.

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No sé muy bien por qué razón, pero Ruca y yo estamos viendo en este momento, cinco años después de su estreno en USA, la primera temporada de 'American Horror Story', 'Murder House'. Esperaba algo más de ella, como del amor, pero al final ambas cosas han entrado en mi vida para asustarme y poco más. En los primeros capítulos de la serie de marras quise ver una especie de retrato social americano partiendo de la fotografía fija de un matrimonio disfuncional. Una especie de 'American Beauty' con menos pétalos conservadores y más cadáveres en el sótano de la antropología, pero las metáforas solo estaban en mi mente, como el miedo, y fueron muriendo a medida que lo hacían casi todos los personajes.

Alba Carrillo Paolo Vasile
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