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Un Rovira viene a dormirme
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Un Rovira viene a dormirme

Les resumo la noche en dos flashazos. Almodóvar se sentó con el pelo a punto de nieve en primera fila creando un microclima de Oscar. Y luego andaba por allí Rovira, un cómico víctima de un guion. La historia de gran parte de nuestro cine

Foto: Ilustración realizada por Paco Sordo para Vanitatis
Ilustración realizada por Paco Sordo para Vanitatis

Edgar Allan Poe decía que “todas las obras de arte deberían empezar por el final”, pero si hubiera visto alguna vez los Goya, habría incluido en su máxima también las galas de premios. Sabemos que Poe nunca vio los Goya porque hay hasta siete hipótesis que explican su enigmática muerte (asesinato, tumor, alcoholismo, 'cooping'…), pero el aburrimiento supino no está entre ellas.

Les resumo la noche en dos flashazos. Almodóvar se sentó con el pelo a punto de nieve en primera fila creando un microclima de Oscar en un auditorio que no daba ni para una obra de fin de curso. Y luego andaba por allí Dani Rovira. El bueno de Dani. Un cómico víctima de un guion. La historia de gran parte de nuestro cine.

Foto: Amaia Salamanca en la alfombra roja de los Goya 2017

Sí, ya sé lo que están pensando, que esta va a ser la típica crónica del día después de los Goya, en la que un amargado, probablemente un director de cine frustrado o algo así, va a intentar destrozar la ceremonia a cañonazos. Y sí, para qué engañarles, están ustedes leyendo exactamente ese tipo de crónica.

Es preciso que hagamos una parada en este momento, porque les estoy dando gato por liebre. Lo que acaban de leer, hasta la última palabra, son fragmentos de mis artículos de años anteriores. ¿Y se han dado cuenta? Claro que no. Pues a ver si podemos llegar ustedes y yo a un acuerdo, porque a mí los Goya todos los años me revientan un sábado. Y solo hay 52. ¿No podrían hacerme el favor de leerse la crítica de la edición anterior? Hagan como el viñetista de este periódico, que me ha mandado la imagen que hizo el año pasado. Mírenla, como luce, coronando estas líneas. No ha perdido ni un ápice de vigencia el jodido dibujo. ¡Si parece que la tinta está aún mojada!

De todos modos, he de confesar que este año no vi gran parte de la gala, aunque en mi descargo he de decir que fue sin querer. Yo creía que estaba viendo los Goya, pero no, estaba viendo 'La Sexta Noche'. Y tardé al menos como media hora en darme cuenta. Estarán de acuerdo conmigo en que el ritmillo de los dos espacios es más o menos el mismo. Y además es bastante fácil confundir a Eduardo Inda con Dani Rovira.

Subsanado el error, aterrizo en La 1 justo en el momento en el que la presidenta de la Academia está dando su discurso. Siento por primera vez en mi vida lo que un inglés padece cuando un español se intenta dirigir a él en su idioma. ¿Cómo es el momento ese en el que te das cuenta de que la señora que preside la academia del cine patrio (Yvonne Blake) no sabe hablar nuestro idioma? Grande. El suyo fue un discurso entrañable. Creo. Nadie entendió una mierda, por lo que valía cualquier adjetivo y he elegido ese.

Foto: Dani Rovira y Karra Elejalde se funden en un beso de película (Gtres)

El resto de la gala yo creo que no lo entendí. Supongo que como no vi el principio, pues no pillaba nada, como cuando llegas tarde a una película. Nada tenía sentido para mí. Mucho menos cuando aparecía Dani Rovira. A ver, el chico tiene gracia, pero le dura un ratito nada más, luego la va perdiendo. Se lo explico de manera gráfica. Mi madre hace una tarta de queso con tanto queso que tú tomas una cucharada y, oye, está buena. Sin embargo, a la tercera te entran como ganas de vomitar de la intensidad del producto. Pues Dani Rovira es más o menos así de cargante.

Aunque nunca tan intenso como mi adorada Ana Belén. En el tiempo que duró su discurso, siete mujeres dieron a luz solo en Jerez de la Frontera. Yo creo que Bayona se pasó toda la noche a puntito de llorar por culpa de esto. También lloró el árbol que sale en su peli, porque fue el único miembro del equipo que no se llevó un Goya. Todo tan mundano, tan previsible.

Oye, que a lo mejor me estoy pasando un poco. Puede incluso que la gala estuviera bien. No lo sabremos nunca, porque apenas la vimos. El realizador tenía la extraña habilidad de pinchar siempre el plano en el que no estaba pasando nada. Pregunta oportuna: ¿cómo es posible que una gala de cine tenga esa realización tan penosa? Pues, hombre, si la presidenta de Academia del Cine Español no sabe hablar español, te puedes llegar a creer esto también.

Pues eso, que algo le pasa a una gala cuando el momento más emocionante es el 'in memoriam'. Vaya, creo que esta gracia ya la había utilizado también algún que otro año. 'Déjà vu'.

Edgar Allan Poe decía que “todas las obras de arte deberían empezar por el final”, pero si hubiera visto alguna vez los Goya, habría incluido en su máxima también las galas de premios. Sabemos que Poe nunca vio los Goya porque hay hasta siete hipótesis que explican su enigmática muerte (asesinato, tumor, alcoholismo, 'cooping'…), pero el aburrimiento supino no está entre ellas.

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