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Cuando Rakel se comió a Walt Disney
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Cuando Rakel se comió a Walt Disney

Nuestra protagonista es huérfana de padre y madre desde muy joven. Emigró en busca de un futuro lejos de aquí y después volvió a su tierra natal para ganarse la vida desde cero. Todo muy conmovedor

Foto: Ilustración: Jate
Ilustración: Jate

Rakel Cernicharo comparte su casa con cinco gatos, cuatro perros y tres conejos. No sabemos si habla con ellos, si le cosen vestidos, le hacen canciones o conducen su carroza antes de que den las doce, pero ahí están, como aderezo indispensable en esta conmovedora y calculada historia de superación femenina.

Nuestra protagonista es huérfana de padre y madre desde muy joven. Emigró en busca de un futuro lejos de aquí, cabeza alta y lágrimas, y después volvió a su tierra natal para ganarse la vida desde cero en un oriundo y arriesgado ejercicio de supervivencia. Recalquemos de nuevo ese 'desde cero', a la postre (y nunca mejor dicho) trascendental.

Abrió su propio restaurante a la orillita de un río, el Turia. Muy bucólico todo. Ella es la cocinera. También es la dueña, pero sobre todo es la cocinera, que quede claro. Trabaja muchas horas al día y su máxima satisfacción es la satisfacción de su cliente, tal y como ella misma ha confesado. Es, en definitiva, una persona entregada al prójimo y una luchadora vocacional.

Pero en todo cuento hay siempre un lado oscuro. Hablamos de Víctor G. Un hombre rico y ufano. Le sobran los rublos, las coronas, los dinares, los pesos, los quetzales, las estrellas (Michelin) y los soles (Repsol). Más cruel que Cruella. Más malo que Maléfica. Más gordo que Úrsula. Más falso que Scar. Más feo que Jafar... El villano entre todos los villanos (lea de nuevo esta última frase poniendo voz de locutor de 'Sálvame' narrando reportaje definitivo).

Y en medio de ambos nuestro buen amigo Chicote, un hada madrina en toda regla, un genio y figura de la lámpara con mandil. El hombre mediante el cual lo imposible (los sueños y los tongos) se hacen realidad.

Estuve algo más de dos horas viendo el pasado miércoles la que yo creía era la última joya de la factoría Disney y cuando acaba la película sale el logo de 'Top Chef'. No obstante, me acosté esa noche empapado en lágrimas, pensando que a veces la vida es maravillosa. ¿O no? Que si te esfuerzas puedes conseguirlo todo, que imposible is nothing. Porque Rakel ganó a Víctor, claro.

Me levanté por la mañana con una fuerza sobrenatural, dispuesto a comerme el mundo, a descubrir todos los valles encantados acompañado de mis amigos los dinosaurios. Pero esa sensación me duró apenas un ratito, porque a media mañana ya había leído un artículo que narraba cómo una agencia de comunicación y marketing había construido el producto Rakel. La coleta mal hecha, la historia, la 'k' del nombre, hasta el cuarto y mitad de 'gafapasti' estaba milimétricamente pensado para vendernos una historia.

¡¿Qué, qué, qué?! ¡Otra vez no!

La televisión me la había vuelto a colar. Entré en bucle, necesitaba aferrarme de nuevo a la realidad. A las historias verdaderas. Creer en los cuentos, en las hadas, en las perdices. Entonces salí a la calle, compré el '¡Hola!' y permanecí horas contemplando esta foto:

Rakel Cernicharo comparte su casa con cinco gatos, cuatro perros y tres conejos. No sabemos si habla con ellos, si le cosen vestidos, le hacen canciones o conducen su carroza antes de que den las doce, pero ahí están, como aderezo indispensable en esta conmovedora y calculada historia de superación femenina.

The Walt Disney Company Antena 3