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Llega el momento de hacerse la lista
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María José S. Mayo

La hija del Acomodador

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María José S. Mayo

Llega el momento de hacerse la lista

Tenía que pasar. A todo bloguero de pro le llega el día en que encasqueta a sus lectores una de esas listas de cosas variadas recomendadísimas.

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Llega el momento de hacerse la lista

Tenía que pasar. A todo bloguero de pro le llega el día en que encasqueta a sus lectores una de esas listas de cosas variadas recomendadísimas. Ya sean sus nosequés de cabecera o los que -y aquí viene el clásico- se llevaría a una isla desierta. Pero todos sabemos que este tipo de inclinaciones sufren de ciertos desvaríos temporales. En mi caso, cinematográfico, seguro que muchos ya conocen algunas de mis filias –que la vida es muy corta para dedicarles tiempo a las fobias-, pero ahí van las películas que en estas fechas me apetece volver a ver.

 

Pasar un verano en Brooklyn puede ser posible gracias a Smoke, una película entrañable en la que se siente el sopor del calor en un piso urbano y te apetece pasar por esa tienda de tabacos donde se reúne lo más granado del barrio. Te apetece también emprender un proyecto tan original como sacar una fotografía desde el mismo lugar y captar la esencia de la vida, pero sobre todo tener conversaciones tan vitales como aquellas en las que acaban envueltos el escritor y el dueño de la tienda. Otro comercio que me gustaría visitar de nuevo es la de El bazar de las sorpresas, donde se dan citan el pelota, el abnegado, la introvertida, la listilla y el delfín del dueño. Lubitsch brindó otra de esas irresistibles comedias llenas de equívocos y pequeños chistes que no te cansas de ver, además de una de las más tiernas historias de amor que haya podido ver en la gran pantalla.


Genial era también la relación sentimental que unía al matrimonio de Amanecer, embarcado, gracias a un giro genial de la historia, en un redescubrimiento, a la manera inocente de un niño, de los detalles de cariño que en su momento les unieron. Más potente y carnal se revelaba la historia del matrimonio de La palabra, la milagrosa película de Dreyer en que cada detalle es exacto, sencillo y contundente.


 

Tenía que pasar. A todo bloguero de pro le llega el día en que encasqueta a sus lectores una de esas listas de cosas variadas recomendadísimas. Ya sean sus nosequés de cabecera o los que -y aquí viene el clásico- se llevaría a una isla desierta. Pero todos sabemos que este tipo de inclinaciones sufren de ciertos desvaríos temporales. En mi caso, cinematográfico, seguro que muchos ya conocen algunas de mis filias –que la vida es muy corta para dedicarles tiempo a las fobias-, pero ahí van las películas que en estas fechas me apetece volver a ver.