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En verdad, ¿a alguien le importa que Amaia Montero vuelva a La Oreja de Van Gogh? Ya respondemos nosotros: no
  1. Antes mentir que aburrir
Fruela Zubizarreta

Antes mentir que aburrir

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En verdad, ¿a alguien le importa que Amaia Montero vuelva a La Oreja de Van Gogh? Ya respondemos nosotros: no

La industria musical española no atraviesa su mejor momento. Faltan ideas y talento. Que el desliz de Guillén Cuervo —sobre la supuesta vuelta de la irunesa a su antigua banda— se haya convertido en culebrón lo confirma

Foto: Haritz, Xabi, Álvaro, Pablo y Amaia hace (casi) 30 años: cinco pipiolos dispuestos a comerse el mundo. (Europa Press)
Haritz, Xabi, Álvaro, Pablo y Amaia hace (casi) 30 años: cinco pipiolos dispuestos a comerse el mundo. (Europa Press)

Todos tenemos un amigo bocachancla como Cayetana Guillén Cuervo al que, al final, se lo perdonamos todo. Todos conocemos a una periodista de provincias desesperada por instalarse en la capital y dispuesta a hacer preguntas trampa para llamar la atención. Todos formamos parte de una pandilla de juventud en la que mandaban el colágeno y las hormonas, porque todo era una fiesta y la vida, una pasada sin fecha de caducidad, y estábamos en el centro mismo del universo que, claro, era infinito.

Canta Fangoria que “la nostalgia es una droga dura y adictiva, que te enreda poco a poco en su telaraña fría”. Y es verdad. Nada más triste que vivir de recuerdos. Alimentarse del pasado es, sin duda, una de las formas más pobres de vida, ya que te rebaja a la altura de un mycoplasma genitalium, esa bacteria ínfima que vive acomodada y calentita en el tracto genital de algunos animales.

Puede que Cayetana reventase sin querer la supuesta noticia del año en el cada vez menos creativo y pobre ámbito musical español —Cayetana, darling, creemos en ti: ayer, hoy y siempre—. Pero, en verdad, ¿a quién le importa que Amaia Montero vuelva a La Oreja de Van Gogh? Ya te respondemos nosotros: a nadie (a excepción, obvio, de los respectivos managers).

placeholder Amaia Montero, poseedora de las claves del gran secreto que a nadie afecta. (EFE)
Amaia Montero, poseedora de las claves del gran secreto que a nadie afecta. (EFE)

Para empezar, lo bueno ya fue. La Oreja de Van Gogh de la época dorada no va a volver por más que la formación original se reúna. Su década prodigiosa, su gloria, sus éxitos y sus hits permanecerán anclados para siempre en los primeros años de los dos mil. No parece que detrás de esta maniobra —en el caso de que algún día llegara a fraguarse— esté el dinero. Los derechos de autor de La Oreja de Van Gogh siguen ahí, proveyendo euritos sabrosos con regularidad. De ocurrir sería para saldar cuentas personales y por puro ego.

La Oreja de Van Gogh de la época dorada no va a volver por más que la formación original se reúna

En toda relación que se va por el desagüe siempre hay una parte que deja y otra que es dejada. En primero de psicólogo uno aprende que la parte que más sufre siempre es la dejada. En noviembre de 2007, Amaia Montero (48 años) dejó a los chicos. Pablo Benegas (48), Álvaro Fuentes (49), Haritz Garde (49) y Xabi San Martín (48): plantadísimos por la front woman. ¡Boom! Los desencuentros entre ellos, las putadas, los feos, las peleas, las venganzas y, en definitiva, los egos desatados los dejaremos ahí, flotando en el éter íntimo de La Oreja de Van Gogh.

Lo que está claro es que ellos, los chavales —chavales a un paso de estrenar su condición de entrañables señores de 50 añazos— aprendieron la lección como la letra que con sangre entra, porque acabaron haciéndole exactamente lo mismo a Leire Martínez (45 años), la vocalista que sustituyó —por no decir que clonó— el registro de Amaia.

placeholder Leire, sashay away. (EFE)
Leire, sashay away. (EFE)

La culpa no fue de ellas, fue de ellos. ¿Se puede ser más cobarde a la hora de recomponer una banda que incorporar una voz clavada a la de la anterior vocalista? Por fortuna, Leire supo evolucionar dentro de la presión reinante e imprimir carácter propio. ¿Casualidad celestial o venganza en bandeja de plata dedicada a Amaia? El instinto nos inclina hacia la segunda opción.

Y luego está el peso de la fama, que a algunos miembros del grupo no le sentó nada bien. Es como si salir en la tele te hiciese especial, mejor que los demás, más capacitado que el resto para dictar sentencia, más autorizado para mostrar tu parte oscura sin filtros, un ‘no me aguanto ni yo, pero tú vas a tener taza y media de mí’.

En ese maremágnum de virtud en caída libre tampoco ayudan los fans histéricos, los representantes con el tubo de vaselina (lo que sea por el 20 por ciento), las discográficas con su colmillo succionador de sangre, sudor y lágrimas; las exparejas con ganas de chupar cámara y, cómo no, la prensa basura y el clickbait, que es la forma elegida por El Maligno para ser y estar en esta era tan escasa en valores.

En fin, que la tele regala cinco kilos y alas de cera para subir alto y luego dejarte caer estrepitosamente. Ahora bien, nunca es tarde para darse cuenta y rectificar.

placeholder Amaia Montero en un buen momento, empoderada por dentro. (EFE)
Amaia Montero en un buen momento, empoderada por dentro. (EFE)

Tras una etapa difícil o muy difícil —todos tenemos al menos una etapa difícil o muy difícil en la vida— puede que volver a La Oreja de Van Gogh sea el gran paso pendiente y sanador para Amaia, para ella y para los ‘chavales de 50’, con sus entradas capilares y sus barrigas incipientes.

Igual han hecho las paces y olvidado todo lo feo. Puede que tengan un buen puñado de canciones perfectas llamadas a escribir una nueva y gloriosa etapa en la historia del pop español. O quizá tan solo dos canciones apañadas para meter como reclamo en otro disco de grandes éxitos y emprender así una última gira recaudatoria por España, México y otros países, y cerrar como cabeza de cartel en el festival para nostálgicos Love The 2000’s en la siempre odiosa Ifema.

Puede que todo esto ocurra o que solo haya sido un mal sueño de Cayetana —en plan el último capítulo de ‘Los Serrano’—. Pero, chicos —Álvaro, Haritz, Xabi, Pablo y Amaia—, pese al revuelo desatado por el desliz de Guillén Cuervo, nadie en España, pero nadie, nadie (salvo vuestros managers), está pendiente de vosotros. Haced lo que queráis, pero hacedlo ya, no seáis tan plomazo.

Y, oye, otra cosa, en plan Mocedades, que eran vascos, divinos y multitud: ¿y si le pedís perdón a Leire y convertís La Oreja de Van Gogh en un sexteto? Ahí sí que España entera estaría plenamente pendiente de vosotros. Pues eso, de nada.

Todos tenemos un amigo bocachancla como Cayetana Guillén Cuervo al que, al final, se lo perdonamos todo. Todos conocemos a una periodista de provincias desesperada por instalarse en la capital y dispuesta a hacer preguntas trampa para llamar la atención. Todos formamos parte de una pandilla de juventud en la que mandaban el colágeno y las hormonas, porque todo era una fiesta y la vida, una pasada sin fecha de caducidad, y estábamos en el centro mismo del universo que, claro, era infinito.

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