El honor perdido de Iñaki Urdangarin

Por ahora, y como así lo han confirmado todos los interesados, no hay un pacto de conformidad con la fiscalía anticorrupción que dirige la instrucción del caso en el que aparecen imputados Urdangarin y su socio, Diego Torres. La filtración molestó sobremanera a los juristas y, por lo tanto -y si no hay cambios, que parece no los habrá hasta que declare el día 22 el que fuera íntimo de los duques de Palma- el sumario seguirá su curso.

Lo sorprendente de esta petición es el cambio radical del yerno real que, muy serio, se presentó a los medios en su primera comparecencia en sede judicial asegurando: "Comparezco hoy para demostrar mi inocencia, mi honor y mi actividad profesional. Durante estos años he ejercido mi responsabilidad y he tomado decisiones de manera correcta y con total transparencia”. De esta declaración de principios por parte del marido de la infanta Cristina ha pasado muy poco tiempo. En menos de dos meses ya no hay honorabilidad, ni responsabilidad y mucho menos transparencia porque el duque tiene intención de declararse culpable. Que la fiscalía no haya aceptado ninguna componenda con su abogado es otra historia. Lo realmente importante es este cambio de formato en la escala de valores de Urdangarin son las razones para su inculpación y que tendría que ver con el movimiento de fichas de su exsocio.

Del amor al odio dicen que hay un paso y en este caso se ha cumplido porque el pacto de caballeros se rompió el día en que el duque le echó toda la culpa al amigo y encima con el agravante de que a la mujer la imputaron y a la infanta no. Las amenazas de Torres con mostrar correos que puedan implicar al Rey y a su hija es simplemente un chantaje, como en su día lo hizo Javier de la Rosa y otras  “amistades peligrosas”, como definía el general Sabino Fernández Campos a los compañeros reales, algunos de los cuales acabaron en la cárcel. Si existen esos papeles (algunos relacionados con esto ya están en el sumario) deberá exigirlos el juez que instruye el caso para aportarlos al sumario, pero no que se conviertan en moneda de cambio.

El caso es que, a estas alturas, a Urdangarin su honorabilidad le importa muy poco, a no ser que vuelva a cambiar de opinión. Por el momento lo tiene crudo y más si la asociación Manos Limpias, que ejerce como acusación particular, mantiene su línea de actuación. Según han informado a Vanitatis, “nos reafirmaremos en nuestra petición inicial y queremos un juicio que aclare absolutamente todo. Nos parece una farsa el declararse inocente para luego llegar a un pacto. Es inaceptable. Es legal pero no moral”.