Es noticia
Menú
Tokio: tradición, vanguardia y ciudad olímpica
  1. Estilo
  2. Business Class
Daniel Camiroaga

Business Class

Por
Daniel Camiroaga

Tokio: tradición, vanguardia y ciudad olímpica

Tokyo, la antigua Edo, es una abigarrada multitud de gente que abarrota unas calles que no se han hecho para pasear, en las que las personas

Foto:

Tokyo, la antigua Edo, es una abigarrada multitud de gente que abarrota unas calles que no se han hecho para pasear, en las que las personas van de un sitio a otro con rumbo definido y sin bancos para descansar. Es tráfico denso, pero ordenado. Es el perfil apretado de unos rascacielos que forman una verdadera jungla de cristal y cemento.

Tokyo es naturaleza que crece sin límites, unas veces y perfilada, y otras cuidada por los cánones zen. Tokyo es respeto, orden, armonía y educación; es el silencio de sus gentes y un constante ruido de fondo, fruto de una actividad vibrante que no cesa. Es el universo encendido de un mundo artificial de neones y pantallas que avanzan y muestran el futuro. Es también la herencia de un pasado, que aún late en el alma de un pueblo aferrado a sus usos, costumbres y ceremonias. Es un intricado nudo de autopistas y trenes elevados sobre tranquilos parques y jardines. Una marea de oficinistas uniformados que misteriosamente encajan en el metro unos contra otros, al lado de geishas embutidas en ajustados trajes tradicionales. Es un mosaico de neones infernales que cuelgan de modernos edificios. Campanas y rodillos que repican graves y giran dando paz y quietud en los templos budistas. Tokyo es un continuo flashback de vértigo en el que uno pasa de calles en continua ebullición al interior de templos y jardines que confortan y relajan el espíritu.

placeholder

Desde Narita hasta la icónica estación central, de ladrillo rojo y techo de piedra negra, se coge el que va a ser el medio natural de transporte: la línea verde circular de metro, Yamanote, que permite moverse de un barrio a otro en central Tokyo. Características y pegadizas melodías anuncian cada parada.

Los imprescindibles: el Palacio Imperial, levantado sobre el viejo castillo Edo, del que solo queda algún resto. Los jardines de Hibiya. Akihabara, el barrio de la electrónica. Marunouchi, un sello de prestigio para las empresas con más nombre. Kasumigaseki, que reúne los edificios del gobierno. El mercado Tsukiji, aunque con restricciones para presenciar las subastas de atún, libre a partir de las 9. Inmejorable sashimi de atún en el restaurante Sushi Dai. El teatro nacional, Kabuki, demasiado lento para los gustos occidentales. Koishikawa Korakuen, uno de los parques emblemáticos, construido en la época Edo (XVII). Ryogoku Kokugikan, el estadio nacional de sumo. El templo budista de Sensoji, del siglo VII, amplio y diáfano de madera, rojos y negros, al que se accede a través de la popular Puerta del Trueno, símbolo de la ciudad. Tokyo SkyTree, techo de la ciudad y magníficas panorámicas sobre el Monte Fuji. La Torre de Tokyo, que recuerda la Torre Eiffel. La torre Asahi, la cerveza más bebida y su característica llama.

placeholder

El mejor café en Streamer Coffee Company, atendido por baristas campeones del mundo, en Shibuya, cerca del popular cruce peatonal atestado de gente que camina en todas direcciones.

Tokyo es un delicado paraíso para los amantes de la buena mesa. Desde el tradicional sushi, pasando por los rebozados (tempuras), los fideos (soba) o la mejor carne del mundo (Shabu-shabu). Supongo que por su afán, casi inconsciente, por alcanzar la perfección, es la ciudad con más estrellas Michelin del mundo. Cenar en Sushi Saito, es una experiencia única. Un pequeño restaurante de apenas siete plazas frente a la embajada americana, donde el chef Saito-San cocina y atiende personalmente. Una de las mejores tempuras que hayas podido probar en Aoi Marushin, menú por unos 22€. Para comer barato, elije cualquiera de los izakaya que hay en el barrio de Ebisu. El único problema es que aquí no suelen hablar inglés.

Para dormir: el lujo del Manadarin Oriental Hotel y las vistas de infarto desde los restaurantes de la azotea.

placeholder

Tokyo, la antigua Edo, es una abigarrada multitud de gente que abarrota unas calles que no se han hecho para pasear, en las que las personas van de un sitio a otro con rumbo definido y sin bancos para descansar. Es tráfico denso, pero ordenado. Es el perfil apretado de unos rascacielos que forman una verdadera jungla de cristal y cemento.

Transporte Japón
El redactor recomienda