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Big Sur, un mundo aparte
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Daniel Camiroaga

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Daniel Camiroaga

Big Sur, un mundo aparte

Parafraseando a Murakami, "¿de qué hablo cuando hablo de Big Sur?", hablo de carreteras solitarias que recorren una geografía caprichosa de acantilados...

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Parafraseando a Murakami,“¿de qué hablo cuando hablo de Big Sur?”, hablo de carreteras solitarias que recorren una geografía caprichosa hecha de acantilados sobre el Pacífico, de parques naturales de profundos y extensos verdes, de secuoyas que alcanzan a tocar un cielo casi siempre brumoso, de haces de luz que penetran en el bosque para iluminar senderos que se esconden de un mar de color indefinido ni azul ni gris, de un lugar de contemplación y de espiritualidad contagiosa.

La Highway Ies una estrecha brecha robada a una naturaleza salvaje e impactante que recorre lentamente un océano que aleja la línea del horizonte a un lado y muestra la belleza inexpugnable de los parques de la sierra californiana de Santa Lucía, al otro. Es un cuadro que difícilmente podría imaginar el mejor y más imaginativo de los artistas, es una borrachera interminable de vistas deslumbrantes y paisajes extraordinarios: rompientes, playas y acantilados,bosques y senderos.

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No es solo belleza salvaje, sino la cuidada y silenciosa quietud de un mundo espiritual donde el mundo se detiene a reconfortar el alma, bien en la ermita benedictina, cuyo repicar de campanas se oye a primera hora de la mañana, bien en el centro budista Tassajara Zen Mountain. Ambos cuidan el estomago de sus visitantes:con sus estupendas tartasel primero, y con una deliciosa cocina vegetariana, el segundo.

Big Surno existe, apenas mil habitantes desperdigados por una vasta región virgen. Fue la gran torre de marfil donde Jacks Kerouac, Huxley, o Henry Millerencontraron la inspiración y tranquilidad que buscabanpara fecundar sus obras. Para Kerouacera el lugar donde escuchar el silencio de la brisa y el estruendo de las olas rompiendo en los acantilados. Para Miller, el sitio en el que no hay nada que mejorar, solo a uno mismo. Visita la librería que homenajea a Miller, con conciertos y cine clásico en el jardín.

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Detén el coche en el Puente Bixby y en Hurricane Point, disfrutarás de unas vistas que no tienen precio. Camina y recorre los senderos que llegan a la escondida Pfeiffer Beach, de enormes rocas troqueladas por las olas. Las playas de Garrapata State Park y Sand Dollar Beach sonde las mejores de la zona.

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La terraza del restaurante Nephentees el mejor observatorio donde parar a contemplar un horizonte inabarcable mientras comes sus buenas hamburguesas. Tampoco es mala idea llegar tarde para disfrutar de fantásticas puestas de sol anaranjadas, bebiendo un margarita. Otro impagable es disfrutar de un baño de madrugadabajo millones de estrellas en el balneario Esalen. El mejor recuerdo:camisetas, polos y gorras de llamativos colores, decoradas porel gran elenco de artistas locales, en la tienda Local Color de The Village Shops.

Los desayunos de Deetjens, tienen merecida fama. Para comer, Big Sur Bakery, un menú fijo, a base de sopas, ensaladas y deliciosos sándwiches, además de buenas pizzas al horno. Para cenar, el restaurante Sierra Mar, con amplios ventanales que permiten disfrutar de la mejor puesta de sol.

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Dónde dormir: Post Ranch Inn, un lugar privilegiado sobre los acantilados, cuyas habitaciones forman parte de la naturaleza, y piscinas infinitas que prologan el mar. Las vistas desde la camason para no levantarse y mirar, solo mirar. Relájate en las cómodas hamacas del jardín.

Jucy Campers, en L.A., alquila furgonetas compactas, equipadas con lo necesario para pasar unos días en el campo y en las que poder dormir un par de noches. Imprescindibles: el libro y la película Big Sur, de Jacks Keuroac.

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Parafraseando a Murakami,“¿de qué hablo cuando hablo de Big Sur?”, hablo de carreteras solitarias que recorren una geografía caprichosa hecha de acantilados sobre el Pacífico, de parques naturales de profundos y extensos verdes, de secuoyas que alcanzan a tocar un cielo casi siempre brumoso, de haces de luz que penetran en el bosque para iluminar senderos que se esconden de un mar de color indefinido ni azul ni gris, de un lugar de contemplación y de espiritualidad contagiosa.

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