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Mannix: un lujazo de vez en cuando... con o sin permiso del médico
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Miguel Casas

Guía Miguelín

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Mannix: un lujazo de vez en cuando... con o sin permiso del médico

Ahora, ir a Campasapero desde Madrid, por la N-I, es un paseo muy agradable, pues se han terminado hace más de un año las obras de

Foto: Mannix: un lujazo de vez en cuando... con o sin permiso del médico
Mannix: un lujazo de vez en cuando... con o sin permiso del médico

Ahora, ir a Campasapero desde Madrid, por la N-I, es un paseo muy agradable, pues se han terminado hace más de un año las obras de mejora de la carretera desde el cruce de Cerezo de Abajo a Cuellar y se ha ganado en tiempo y seguridad. La historia del actual Mannix comienza a principios del siglo XX, cuando Andrés abre una carnicería y monta un horno para asar los lechazos a los amigos. Su buen hacer se va pregonando por la comarca de la Churrería y enseña el oficio a su hija Irene, que se hace cargo del negocio a su muerte, dándole un gran impulso. En los años 60, la hija de Irene, Rosaura, se casa con Eusebio, también hijo y nieto de asadores, que toman el relevo.

Tienen guardado un jarrillo de los que se utilizaban para el vino fechado en 1964, con el nombre del establecimiento, que era Carnicería Mesón de Irene e Usebiete. Este nombre duró hasta 1981, que es cuando hicieron una gran reforma y le bautizaron como Mannix, como el famoso detective de la serie de televisión. Me ha contado Marco Antonio que se lo puso  porque su hermano pequeño, Abel, jugaba con una pistola de plástico en la calle emulando las aventuras del personaje. A su padre le hizo gracia y decidieron nombrar así al nuevo restaurante.

A la muerte de Eusebio en 1999, se hacen cargo del restaurante Marco Antonio y su hermana Carmen, ayudados en la sala por Carlos, el marido de Carmen, y todo bajo la supervisión de Doña Rosaura, madre de Marco Antonio y Carmen. Las nuevas generaciones vienen pegando fuerte, y se ha incorporado Gema García, hija de Carmen y Carlos. Estudió cocina en la escuela de Luís Irizar en San Sebastián, haciendo las prácticas en varios afamados locales de esa ciudad. Una vez terminó, estuvo una temporada en el Celler de Can Roca.

Gema se encarga de las entradas y de la repostería. Es muy apreciado el foie, los buñuelos de bacalao y las croquetas. Estas pasadas navidades el postre estrella fue el turrón de avellana casero, hecho por ella.

La decoración del gran salón es un tanto especial, no sabría definirla, me recuerda al clásico Casino de Provincias, con sus lámparas tipo araña, su escalera de piedra parecida a la de la película Lo que el viento se llevó, cuadros de bodegones, estatuillas y  paredes pintadas en rojo. Tiene capacidad para 300 comensales, es diáfano y por medio de biombos se divide.

Como dice mi amigo Marcelo de Andrés, buen cliente y amigo de la casa, en Mannix "hacen el mejor lechazo del mundo". Yo doy fe de que es uno de los mejores que se sirven por tierras castellanas y su secreto es una gran materia prima: corderos churros de 5 a 6 Kg, horno de adobe y paja, madera de encina, sal, agua... y las manos del maestro asador, Marco Antonio, que le da el punto perfecto al lechazo, crujiente por fuera y esponjoso por dentro, que se deshaga con el tenedor.

Con total merecimiento ha recibido en 1999 el Blasón de Oro del Turismo, y al año siguiente el Premio al Mejor Empresario del Año en la Comunidad de Castilla León. Marco Antonio lleva con orgullo ser la tercera generación de maestros asadores, por parte de madre y padre.

Se trata de un lugar al que se va a comer lechazo y ensalada de lechuga, como dice Carlos, si bien su hija Gema le ha roto un poco los esquemas con las excelentes entradas que prepara, como la morcillita frita, el pastel de lechazo, los riñones a la plancha o las mollejitas, y si hace mucho frío, la sopa castellana sienta de maravilla. Después un cuarto de cordero, que es una buena ración para dos personas, acompañado de ensalada de lechuga.

También dispone en su carta de pescados y carnes.

A finales de noviembre se celebra la “semana del lechazo”, unas jornadas gastronómicas compuestas por una serie de entradas como las asaduritas encebolladas,  manitas, mollejas y alguna cosilla más, y se termina con el lechazo.

De postre unas natillas y las tartas caseras, que hace la repostera.

La bodega es buena, dispone de grandes añadas de la Ribera del Duero, a unos precios razonables.

Celebran bodas, comuniones y todo tipo de eventos.

Siempre hay que reservar y fijar la hora de la comida, y hasta las 14:30 h. no se pasa al restaurante.

Precio medio 35 € (con vino de la casa)
Felipe II, 30 - Campaspero (Valladolid)
Teléfono: 983 698 018

Ahora, ir a Campasapero desde Madrid, por la N-I, es un paseo muy agradable, pues se han terminado hace más de un año las obras de mejora de la carretera desde el cruce de Cerezo de Abajo a Cuellar y se ha ganado en tiempo y seguridad. La historia del actual Mannix comienza a principios del siglo XX, cuando Andrés abre una carnicería y monta un horno para asar los lechazos a los amigos. Su buen hacer se va pregonando por la comarca de la Churrería y enseña el oficio a su hija Irene, que se hace cargo del negocio a su muerte, dándole un gran impulso. En los años 60, la hija de Irene, Rosaura, se casa con Eusebio, también hijo y nieto de asadores, que toman el relevo.