Los Gastrogatos
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Barra Atlántica, cocina gallega desde una perspectiva diferente
Barra Atlántica juega en una categoría propia; no es un restaurante al uso ni una tasca, ni mucho menos un puesto de mercado al estilo de Abastos 2.0. Es una mezcla de lo mejor de todos ellos
Pasar del mercado de abastos de Santiago de Compostela a intentar triunfar en Madrid en apenas 6 años es un reto de envergadura. Sobre todo cuando el personal proyecto de Iago Pazos y Marcos Cerqueiro no se corresponde con aquellos que traen bajo el brazo algún potente inversor capitalista o alguna gran marca comercial (que para el caso viene a ser lo mismo), generalmente acompañados con todos los clarines y timbales mediáticos habituales en estos casos. Barra Atlántica juega en una categoría propia; no es un restaurante al uso ni una tasca, ni mucho menos un puesto de mercado al estilo del primigenio Abastos 2.0. Es una mezcla de lo mejor de todos ellos.
Lo primero que llama la atención en el modesto (aunque agradable) local del barrio de Chueca es que todas las mesas son compartidas, a excepción de las mesitas altas de la entrada donde tomar algo rápido, o esperar con un vino o una cerveza a que se libere uno de los preciados espacios, que funcionan con el sistema de turnos. Una vez salvados estos pequeños obstáculos, es momento de tomar sitio en una de los catorce asientos (algo estrechos) de la mesa principal o, mucho mejor, en alguno de los taburetes de la cómoda barra (algo más espaciosa) desde donde se tiene a la vista el mostrador principal en el que se preparan todos los platos fríos (dispone además de una cocina anexa para los platos calientes). Existe un segundo salón en el semisótano del local donde, al menos de momento, solo se aceptan reservas para al menos ocho comensales, con un menú 'ad hoc' más amplio y caro basado en el marisco que intentaremos probar tan pronto como reclutemos siete adeptos más.
Carta exigua, que se limita a una opción de menú cerrado que varía en función del magnífico producto disponible diariamente y al insuperable precio de 25 €. Si alguien intuye que se va a quedar con hambre, existe la posibilidad de añadir unos puñados de sabrosos (aunque de pequeño calibre) percebes, unos berberechos simplemente abiertos al vapor a los que les quedaba algún incómodo resto de arena o unas ostras, mejor al natural que las aderezadas con una invasiva espuma de remolacha.
El menú propiamente dicho empieza con una combinación de moluscos; navajas al natural con un toque cítrico, berberechos con (más) lima y mejillones con guacamole. No empezamos nada mal. Sigue a continuación una peculiar versión de un tiradito del pescado del día (sargo en este caso), que ellos llaman 'peixes nus', simplemente aderezado con ralladura de lima, jalapeño y pimiento. Fresquísimo. Seguimos a continuación con una personal interpretación de la empanada, esta vez de rape, que no son sino los ingredientes de la empanada tradicional colocados entre dos tortos de maíz crujiente para tomar a modo de bocadillo. Mucho sabor aunque un tanto incómodo de comer.
El capítulo salado se cierra con algún pescado cocinado, en este caso una sobresaliente merluza con una doble salsa de sus espinas y de perejil, que aparecen separando el plato en dos mitades y en las que es imprescindible mojar pan.
No se puede dar más por esos 25 euros, pero si aún queremos más, se pueden elegir platillos escondidos con precios entre 5 y 20 euros, que van desde el estupendo y contundente huevo a baja temperatura con chorizo, miga de pan y patata a una notable carne (gallega por supuesto).
De postre, unas refrescantes manzanas en almíbar de hierbabuena, pero también en este capítulo podemos pedir extensiones a voluntad.
Carta de vinos inexistente que se limita a una selección personal de las distintas denominaciones de origen gallegas servidas por copas o botellas, suficiente para la filosofía y aspiraciones del local.
Por último, merece la pena destacar al equipo de sala (por llamarlo de alguna forma ya que hacen de todo…), con una simpatía y nivel de atención difíciles de encontrar hoy en día, incluso con el aforo completo existente en una de las dos visitas que les hicimos hace apenas unos días.
Entre tanta apertura en la que cada vez resulta más difícil separar la paja del grano, resulta alentador una propuesta con un estilo desenfadado, muy buen producto y un sonrisa permanente de todo el equipo desde el momento en que se cruza el umbral de la puerta. Si a eso le añadimos una factura final suave como pocas, los que salimos con una sonrisa somos nosotros.
Calificaciones
Pasar del mercado de abastos de Santiago de Compostela a intentar triunfar en Madrid en apenas 6 años es un reto de envergadura. Sobre todo cuando el personal proyecto de Iago Pazos y Marcos Cerqueiro no se corresponde con aquellos que traen bajo el brazo algún potente inversor capitalista o alguna gran marca comercial (que para el caso viene a ser lo mismo), generalmente acompañados con todos los clarines y timbales mediáticos habituales en estos casos. Barra Atlántica juega en una categoría propia; no es un restaurante al uso ni una tasca, ni mucho menos un puesto de mercado al estilo del primigenio Abastos 2.0. Es una mezcla de lo mejor de todos ellos.