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El tabú de la eyaculación femenina
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Zoe Robledo

En la cama con Marita

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El tabú de la eyaculación femenina

Diversos estudios llegaron a afirmar que el 'squirt' era orina. Y estaban equivocados. Pero ¿qué prejuicios hay en torno a esta particular forma de alcanzar el orgasmo?

Foto: Mucho se ha escrito sobre el 'squirt'; tanto que hasta el filósofo griego Aristóteles lo llegó a mencionar. (Foto: Wildfox)
Mucho se ha escrito sobre el 'squirt'; tanto que hasta el filósofo griego Aristóteles lo llegó a mencionar. (Foto: Wildfox)

A lo largo de mi vida, he escrito acerca de decenas de asuntos que creía inexistentes. Por ejemplo, he hablado mucho del amor. Hasta hace bien poco –porque al final Cupido resulta un terrorista emocional con puntería tardía pero certera–, que este sentimiento era tan poco real como el pelo de Donald Trump. Pero al hablar de amor, es inevitable no mencionar el sexo. Y dentro de este campo, he escrito infinidad de veces acerca del 'squirting', pese a que siempre he creído que la eyaculación femenina eran los padres. Uno de mis mejores amigos –ahora exnovio– me confesó que era capaz de hacer que sus amantes eyacularan. Me quedé boquiabierta ya que durante nuestra relación no me demostró tener las habilidades de las que presumiría más tarde. Hasta entonces, nunca antes nadie tan cercano me había hablado acerca de la existencia de una experiencia tan fantasiosa.

Como suele ocurrir con todo lo relacionado con el placer femenino, los tabúes y las incógnitas se solapan al hablar del 'squirting'. Cuando un estudio señaló que, en realidad, esta es orina, la sombra de la vergüenza volvió a planear sobre el orgasmo de la mujer. Desde muy pequeña he leído y escuchado a mujeres decir con vergüenza que sienten ganas de ir al baño cuando tienen relaciones y que por ello se ven obligadas a parar. Ahora comprendo que esa necesidad de orinar en realidad no era tal, sino la llamada previa de la eyaculación cuyas trazas de orina, por cierto, son mínimas. Pero todos sabemos que si un término va acompañado de 'femenina' al lado, está destinado a ser señalado como débil o pecaminoso. Por no hablar de las prohibiciones existentes en la industria del porno británica que no permiten mostrar la eyaculación femenina en sus películas. ¿La razón? El 'squirting' y su mínimo porcentaje de orín han sido eliminados porque consideran que la práctica es similar a la consistente en orinar encima de alguien. Como señala la directora feminista de cine porno Erika Lust, este tipo de prohibiciones devienen en la alienación de la visión femenina.

"Me quedé boquiabierta cuando un exnovio me comentó que era capaz de hacer que sus amantes eyacularan. Conmigo no sucedió"

El 'squirt' se trata de una enzima producida en las glándulas de Skene y se ha convertido en el tabú absoluto dentro de las relaciones sexuales. Pese a que los expertos creen que todas las mujeres son capaces de eyacular, prueba a preguntar a tu grupo de amigas cuántas lo han logrado. El problema es que los hombres se han apoderado de la eyaculación y el interés por esta murió cuando se averiguó que carecía de semen. Parece que sin semen no hay paraíso... ni avances en lo relacionado con el placer femenino.

Lo curioso es que incluso Aristóteles ya habló de un fluido que “procedía del útero durante el disfrute sexual”, por lo que el filósofo ya probó de las mieles del 'squirting' antes de que este fuera estigmatizado. La escritora y sexóloga feminista Deborah Sundahl cree que las mujeres han de perder el miedo a la eyaculación para lograr la siguiente gran revolución sexual, y creo que no le falta razón en afirmarlo. Porque ese empeño en señalar que esto se compone de orina, cuando en realidad es un porcentaje nimio el que lo compone, parece ser otro tic que busca penalizarlo. La activista Diana J. Torres imparte cursos de eyaculación femenina cuyos lemas señalan que el objetivo de los mismos es restaurar "la conexión entre nuestro cerebro y nuestra próstata que el bisturí ideológico del patriarcado y el catolicismo sesgaron”.

Para eyacular hay que dar con el maldito punto G y realizar una serie de movimientos que no voy a explicar, más que nada porque los desconozco y porque me he pasado media vida leyendo textos de instrucciones sexuales que, llevados a la práctica, parecen la traslación de los movimientos de El Circo del Sol a las instrucciones de Ikea, es decir: son cansinos e incomprensibles. La conclusión final, y este sí que es un final feliz para las mujeres, es que buscar la eyaculación femenina puede ser divertido, pero no ha de agobiarnos. Hay que disfrutar con nuestro cuerpo y con las infinitas posibilidades de redescubrirlo de las que podemos gozar y no avergonzarnos de hacerlo jamás, eyaculemos o no lo hagamos. Pero si la siguiente vez que tengas relaciones tienes unas ganas repentinas de ir al baño, prueba a ver qué pasa si no lo haces, porque quizás estés a dos segundos de experimentar la eyaculación femenina.

placeholder Portada de 'Antimanual de autodestrucción amorosa' (Editorial Aguilar)
Portada de 'Antimanual de autodestrucción amorosa' (Editorial Aguilar)

'Antimanual de autodestrucción amorosa' (ed. Aguilar) es el primer libro que publica la periodista Marita Alonso, quien se ha convertido en nuestra consultora semanal en cosas de amor, desamor, sexo y otras dichas y desdichas. Plantéale tus preguntas e intentará darles respuesta.

A lo largo de mi vida, he escrito acerca de decenas de asuntos que creía inexistentes. Por ejemplo, he hablado mucho del amor. Hasta hace bien poco –porque al final Cupido resulta un terrorista emocional con puntería tardía pero certera–, que este sentimiento era tan poco real como el pelo de Donald Trump. Pero al hablar de amor, es inevitable no mencionar el sexo. Y dentro de este campo, he escrito infinidad de veces acerca del 'squirting', pese a que siempre he creído que la eyaculación femenina eran los padres. Uno de mis mejores amigos –ahora exnovio– me confesó que era capaz de hacer que sus amantes eyacularan. Me quedé boquiabierta ya que durante nuestra relación no me demostró tener las habilidades de las que presumiría más tarde. Hasta entonces, nunca antes nadie tan cercano me había hablado acerca de la existencia de una experiencia tan fantasiosa.

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