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Pánico en la cama: esta es la postura sexual que más aterra a las mujeres
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Marita Alonso

En la cama con Marita

Por
EC

Pánico en la cama: esta es la postura sexual que más aterra a las mujeres

Aquí van algunas pistas: es más que probable que la hayas practicado y no es apta para amantes de las letras

Foto: Hay una postura muy popular que da M-I-E-D-I-T-O.
Hay una postura muy popular que da M-I-E-D-I-T-O.

La variedad de posturas sexuales es inmensa, pero lo cierto es que yo nunca he comprendido ese afán por probarlas todas. Lo sé: hay que probarlo todo para saber lo que te gusta y lo que te repugna, pero a mí eso de hacer de la cama el reflejo de una actuación de El Circo del Sol me aterra. Lo cierto es que este ansia por cambiar de postura la recuerdo especialmente presente a comienzos de la veintena, cuando los amantes eran jóvenes mozalbetes que se esforzaban por demostrar que su habilidad con las planchas en el gimnasio se veía reflejada entre sábanas. Cuando he dado con un hombre mayor -que conste que por mayor no me refiero a Papuchi, que os veo venir-, el promedio de posturas por acto -esto me está quedando muy teatral- se reduce a tres.

Una encuesta llevada a cabo por Superdrug Online Doctor realizada entre hombres y mujeres de América y Europa ha dictaminado que una de las posturas más famosas del mundo aterra enormemente a los que la llevan a cabo. ¿Cuál es la Freddy Kruger de las posturas? El 69. Siempre he dicho que esa postura la carga el diablo, no solo porque es incómoda, sino porque cualquier movimiento erróneo puede terminar en masacre. Exagero, lo sé, pero teniendo en cuenta que llegar al orgasmo exige a las mujeres liberar la mente, intentar alcanzar el clímax mientras estás preocupada por hacer bien lo que estás haciendo y por sentir placer no es tan sencillo. Sí: las mujeres podemos hacer dos cosas a la vez, pero a mí me gusta estar haciendo igualmente bien las dos cosas en cuestión, y esta postura siempre me ha forzado a tener que hacer una de las dos cosas peor.

De joven, me preocupaba más por el placer de mi pareja que por el propio, supongo que por culpa del tabú que encierra todo lo relacionado con el orgasmo femenino. La sociedad patriarcal nos empuja a crecer creyendo que dar placer al hombre es la prioridad absoluta de toda relación sexual, y qué queréis que os diga: llegar al orgasmo también es importante. No me gustaría pasarme diez horas encerrada en un avión y que a cinco minutos de llegar al paradisiaco destino, me dijeran que no puedo bajarme para verlo. Algo parecido es practicar sexo sin llegar al orgasmo. “Lo importante es participar”, “También es gratificante practicar sexo con tu pareja y disfrutar juntos del proceso”… Sí y sí, pero si me meto en la cama y no es para dormir, quiero alcanzar el orgasmo, porque si no lo logro, me siento como cuando aparecieron los libros del Ojo Mágico y un compañero de clase lograba ver la figura en 3D que escondían los dibujos y yo no.

La segunda postura más aterradora de la encuesta es el sexo anal y también tengo algo que decir sobre ella. Si realmente te da miedo probarlo, no lo hagas. A mí me da miedo lanzarme en paracaídas y no pienso hacerlo. Esta postura -no hablo del dichoso paracaidismo- exige liberar por completo la mente y estar totalmente relajada, y si no lo consigues, tus mayores miedos pueden hacerse realidad.

En definitiva, te marques un 69 o una acrobacia sideral, la clave para disfrutar es no tener miedo y hacer únicamente aquello con lo que estés cómoda. Y si eres del misionero de toda la vida, qué quieres que te diga: hay a quien le gusta la cocina fusión y quien prefiere tomarse un cocido madrileño, y ninguna de las dos opciones es mejor que la otra. Lo importante en la cama, al igual que en la mesa, es disfrutar, y nadie tiene que decirte cuál es el plato que tiene que gustarte más.

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'Antimanual de autodestrucción amorosa' (ed. Aguilar) es el primer libro que publica la periodista Marita Alonso, quien se ha convertido en nuestra consultora semanal en cosas de amor, desamor, sexo y otras dichas y desdichas. Plantéale tus preguntas e intentará darles respuesta.

La variedad de posturas sexuales es inmensa, pero lo cierto es que yo nunca he comprendido ese afán por probarlas todas. Lo sé: hay que probarlo todo para saber lo que te gusta y lo que te repugna, pero a mí eso de hacer de la cama el reflejo de una actuación de El Circo del Sol me aterra. Lo cierto es que este ansia por cambiar de postura la recuerdo especialmente presente a comienzos de la veintena, cuando los amantes eran jóvenes mozalbetes que se esforzaban por demostrar que su habilidad con las planchas en el gimnasio se veía reflejada entre sábanas. Cuando he dado con un hombre mayor -que conste que por mayor no me refiero a Papuchi, que os veo venir-, el promedio de posturas por acto -esto me está quedando muy teatral- se reduce a tres.

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