Es noticia
Menú
¡Una de piropos!
  1. Estilo
  2. En la cama con Marita
Marita Alonso

En la cama con Marita

Por

¡Una de piropos!

Lo siento, caballero, pero no nos gusta que nos piropeen. Que no. Que no. Que no. ¿Que estoy siendo pesada desde la entradilla? He aquí las razones por las que son molestos

Foto: Imagen: Dolce & Gabbana.
Imagen: Dolce & Gabbana.

Muchos están hartos de escuchar cómo las mujeres nos estamos plantando ante los piropos, como si piropear fuera un derecho que intentamos arrebatar mientras fruncimos el ceño. Con lo 'guapitas' que estamos sonriendo y lo 'feítas' que estamos cuando nos enfadamos y especialmente, cuando hablamos, ¿verdad? Muchos creen que hablar de este tema 'tan banal' -así lo tildan ellos- hace que no pongamos el foco en problemas más importantes, pero a todos los que piensan así hemos de decirles que este micromachismo -aunque creo que hablar de micromachismos no hace más que quitar importancia a un comportamiento rotundamente machista- sustenta la base del edificio que conforma una sociedad llena de desigualdades. Para derrumbarlo, es necesario hacerlo dinamitando sus cimientos, y es ahí donde se encuentran los piropos.

“No entiendo que te pongas escote y que luego te quejes de que te miran los pechos”, dicen muchos. El problema radica en la creencia de que nos vestimos para llamar la atención masculina, para que nos miren y para que nos deseen. La idea de que una mujer se ponga un vestido corto o un top escotado simplemente porque le sienta bien, porque le apetece o, llamadme loca, porque hace calor les parece ciencia ficción.

Seguro que os sentiréis identificadas con alguna de estas situaciones:

•​ ​El ir a poneros una prenda determinada y pensar antes de hacerlo en el recorrido que tenéis que andar para llegar a vuestro destino. Tendréis en cuenta si es o no una zona transitada, si recorreréis un camino iluminado o incluso si hay obras por donde vais a pasar.

•​ ​Quizás, tras haber valorado las opciones, hayáis decidido poneros el look que teníais en mente. Sin embargo, tal vez hayáis optado por ocultarlo con un trench del que solo os desprenderéis al llegar donde hayáis quedado, amparadas por la seguridad que confiere el grupo de amigos. Puede que al llegar al bar, tengáis que quitaros del rostro las gotitas de sudor resultantes de haber paseado por las calles con una gabardina cuando el termómetro marca 32 grados.

•​ ​Tal vez hayáis subido la música al pasar junto a un grupo de hombres que fuman a la puerta de un bar para no escuchar lo que os gritan, mientras al mismo tiempo pensáis que quizás lo mejor sea bajar un poquito el volumen para poder escuchar así si alguno de ellos se os acerca demasiado por atrás.

•​ ​Puede que os hayáis atado a la cadera una chaqueta para subir las escaleras del metro porque teméis que a alguien se le vaya la mano para rozaros el trasero.

•​ ​Quizás has tenido que aguantar que un desconocido te susurre algo al oído a primera hora de la mañana, camino de la oficina.

•​ ​Tal vez hayas tenido que escuchar a otro desconocido hacer lo propio a las 19 de la tarde, cuando regresabas a casa del trabajo.

Y así podría hablar de cientos de casos, de miles de posibilidades, de innumerables situaciones que es más que probable que si eres mujer, te suenen. Pese a todo, parece que no tenemos derecho a quejarnos. ¡Si es que somos unas pesadas! “Ahora de repente a todas os molestan los piropos”, dirán algunos, cuando la triste realidad es que nos han molestado siempre, pero por fin parece que se nos escucha. Por fin hay mujeres como Leticia Dolera o Moderna de Pueblo que hablan en los medios de lo que acontece, y por fin nuestras voces se escuchan y se proyectan.

Nos han educado para decir 'no' con suavidad, con ternura, sin resultar bordes, sin molestar y sin perder la sonrisa. De hecho, nos han enseñado a ir sonriendo por la calle, y si nos olvidamos de hacerlo, ya habrá algún hombre que pase a nuestro lado y nos recuerde que tenemos que sonreír.

Habrá cientos de personas que muestren hastío por nuestras quejas. Habrá cientos de personas que no comprendan que no nos gusta que nos griten guapa desde un coche en marcha, desde un andamio o desde un despacho. Pero habría miles de hombres que se sentirían acobardados si de repente el mundo diera un giro de 180 grados y tuvieran que pensar que quizás las bermudas que llevan en verano dejan demasiado al aire sus gemelos, que tal vez la camiseta de manga corta de turno marca demasiado sus brazos o que entrar en el ascensor con la mujer que acaba de llegar al portal pueda ser un acto arriesgado.

Gracias, ¡guapos! Uy, os he piropeado.

placeholder

'Antimanual de autodestrucción amorosa' (ed. Aguilar) es el primer libro que publica la periodista Marita Alonso, quien se ha convertido en nuestra consultora semanal en cosas de amor, desamor, sexo y otras dichas y desdichas. Plantéale tus preguntas e intentará darles respuesta.

Muchos están hartos de escuchar cómo las mujeres nos estamos plantando ante los piropos, como si piropear fuera un derecho que intentamos arrebatar mientras fruncimos el ceño. Con lo 'guapitas' que estamos sonriendo y lo 'feítas' que estamos cuando nos enfadamos y especialmente, cuando hablamos, ¿verdad? Muchos creen que hablar de este tema 'tan banal' -así lo tildan ellos- hace que no pongamos el foco en problemas más importantes, pero a todos los que piensan así hemos de decirles que este micromachismo -aunque creo que hablar de micromachismos no hace más que quitar importancia a un comportamiento rotundamente machista- sustenta la base del edificio que conforma una sociedad llena de desigualdades. Para derrumbarlo, es necesario hacerlo dinamitando sus cimientos, y es ahí donde se encuentran los piropos.

Tinder
El redactor recomienda