Los Gastrogatos
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Lhardy: el primer restaurante de lujo de Madrid
El primer restaurante de lujo de Madrid abrió sus puertas en 1839 y desde entonces sigue manteniendo la elegancia de sus salones
Al escoger un restaurante para ir a comer o a cenar, algunas veces el cuerpo nos pide recuerdos y sensaciones no necesariamente gastronómicos y, en esas ocasiones, buscamos más recuperar ambientes que sabores. En Madridhay un buen número de locales donde se puede hacer esa visita dejándonos llevar por el ambiente que respiran los comedores, con decoraciones centenarias y con servicios de sala que permanecen inalterados desde hace un buen número de años. Lhardy es, probablemente, el mejor ejemplo que se puede encontrar de este tipo de locales.
Fundado en 1839 por Emilio Huguenin-nacido en Montbéliard, de padres suizos-, Lhardy es miembro de la Asociación de Restaurantes y Tabernas Centenarios de Madrid, y ha conseguido sobrevivir a los años, a las crisis e incluso a las guerras (en el edificio cayó una bomba durante la guerra civil que milagrosamente no llegó a explotar) manteniendo tanto su local a pie de calle como su comedor en la primera planta con una decoración que nos retrotrae a épocas pasadas.
Poco se puede decir que no se haya dicho ya del local a pie de calle, donde se pueden degustar el consomé servido desde el samovar que adorna el local, las tartaletas de riñones, las croquetas y muchas otras especialidades, o bien llevarse a casa productos de la repostería o platos preparados, pero hoyqueremos centrarnos en el comedor.
A Lhardy se puede ir a comer cocido (que goza de fama de ser uno de los mejores de la ciudad), pero también se puede optar por un menú más ligero basado en una carta tradicional con preparaciones clásicas mientras se disfruta de una decoración con mínimas variaciones desde que la diseñó en 1880 el padre de la actriz Maria Guerrero.
Tengo que reconocer que mi última visita a Lhardy correspondía con ese estado de ánimo donde el ambiente y los recuerdos están por encima de la gastronomía, y la verdad es que disfruté cada rincón del restaurante desde el momento en que me abrieron la puerta y subí por esas escaleras alfombradas de rojo. Si van por allí y les dan una mesa en el salón japonés, recuerden mientras toman una taza de su afamado consomé que están en el mismo lugar donde Primo de Rivera se reunía con sus ministros, pero también en este mismo salón se decidió el nombramiento de Niceto Alcalá Zamora. Por estos salones han pasado políticos, reyes, escritores y todo tipo de personajes de la vida pública y el mismo Azorín llegó a sentenciar: “No podemos imaginar Madrid sin Lhardy”.
La carta está en consonancia con la historia que respiran los salones de Lhardy. Platos típicos de esta casa han sido siempre las preparaciones más tradicionales de caza mayor preparadas con salsas que remueven la memoria. Entradas como el 'foie' de pato al oporto o la ensalada de langosta son casi una declaración de principios que se confirma con el lomo de bacalao o la lubina fría sobre ensaladilla con langostinos, recetas que sobreviven al paso de los años y que aquí se mantienen como parte del legado.
Si miran en las carnes, ¿qué se puede decir de un 'tournedóRossini', de un 'entrecôtemaître d'hôtel'o de un 'roast beef'con gelatina y huevo hilado? Una vez más, platos que han sido habituales durante décadas en las cartas de los restaurantes de alto nivel y que cada vez cuesta más encontrar. Más platos de carne encontrarán en las especialidades con unos tradicionales callos, un lomo de ciervo glaseado de bandeira o un pato al aroma de naranja.
Lógicamente, en el apartado de postres no podía dejar de aparecer un más que correcto 'soufflé'que deberán pedir al principio de la comida.
Como verán, en esta ocasión, más que hablar de gastronomía, este gato ha querido rendir un homenaje a uno de esos restaurantes que forman parte de Madrid y que han creado una cultura que, en estos tiempos en que la vanguardia parece que es una obligación, nos permite mirar hacia atrás en el tiempo y recordar lo estrecha que ha sido siempre la relación entre historia y restauración.
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Al escoger un restaurante para ir a comer o a cenar, algunas veces el cuerpo nos pide recuerdos y sensaciones no necesariamente gastronómicos y, en esas ocasiones, buscamos más recuperar ambientes que sabores. En Madridhay un buen número de locales donde se puede hacer esa visita dejándonos llevar por el ambiente que respiran los comedores, con decoraciones centenarias y con servicios de sala que permanecen inalterados desde hace un buen número de años. Lhardy es, probablemente, el mejor ejemplo que se puede encontrar de este tipo de locales.
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