Los Gastrogatos
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A Barra: gran restaurante neoburgués, apto para todos los públicos
Unir una gran sala con cocina clásica y servicio formal es para muchos sinónimo de aburrimiento. Afortunadamente, eso no sucede en A Barra , ellos mismos se definen como “tradición divertida”
Lo suyo ha sido llegar y besar el santo. Apenas un trimestre después de la apertura, cuando la Guía Michelin cerraba la edición 2017, los críticos de la guía roja ya habían apuntado un primer macarrón para A Barra. Realmente faltaríamos a la verdad si dijésemos que el éxito ha sido exprés sin tener en cuenta los mimbres (o mejor aún, los cimientos) sobre los que se ha construido el proyecto.
Cuentan como socio, a cargo de la sala, con un profesional del nivel de Jorge Dávila (ex Piñera, Álbora); tienen en cocina a Juan Antonio Medina, durante tiempo mano derecha del gran Benjamín Urdiaín y que cogió las riendas de los fogones de Zalacaín cuando aquel se retiró; los socios mayoritarios han invertido (ya saben, Joselito y conservas La Catedral de Navarra) una buena cantidad de millones (que curiosamente fue el machacón leitmotiv de las notas de prensa enviadas tras la apertura) para convertir en confortable y luminoso el rancio y oscuro lugar que antaño ocupó El Bodegón…; en definitiva, una declaración de intenciones diciendo “aquí estamos nosotros y vamos a por todas”.
Este gato ha pasado varias veces por allí desde la apertura y siempre en la sala, por lo que aún nos queda poder visitar esa parte diferenciada del local, la barra principal, en la que se sirve un menú diferenciado principalmente basado en la combinación producto-brasa.
Como decíamos, medios no faltan y el estilo de cocina está muy marcado por el uso de un buen producto, muchos de ellos relacionados con las marcas que gestionan sus socios propietarios, y un estilo moderadamente burgués (“tradición divertida” le llaman) aunque convenientemente puesto al día para de esa forma atraer a un público de todo perfil (y edad).
Nos parece obligatoria la parada en la barra habilitada a la entrada del local en la que tomarse una copa de champán y un excelente jamón, mientras se ojea la carta. Si van por primera vez, nuestra sugerencia es que apuesten por el menú degustación, de precio imbatible (65 € hace unos días). En él, encontrarán platos para satisfacer a casi todos los paladares, empezando por un muy buen pan, servido sobre piedra volcánica que cumple el doble objetivo de mantener aquel caliente y sorprender a más de un comensal. El otro día probamos un buen gofre de foie al que le va muy bien el toque ahumado de Josper, plato de estética y presentación impecable. Como impecable era también el canelón de lagarto (no se asusten, una parte del cerdo ibérico) sobre un estupendo fondo de chorizo. Nos parece más fina esta versión que la equivalente con macarrones, presente en la carta de hace unos meses.
Probamos también un bacalao pilpil, de textura y desalado irreprochable, aunque las angulas de monte que lo acompañaban no aportaban mucho a un plato que en su extrema simplicidad habría sido sobresaliente. En ese precio también se incluye un reconfortante 'canapé' de trufa con una salsa Perigord (qué difícil es encontrar hoy en día este imprescindible en el abecé de la cocina francesa…). En el menú, igualmente probamos un notable jarrete de venado (recuerden, seguimos con un menú 65 euros) que saltaría de categoría con un glaseado más reducido y, por tanto, de sabor más concentrado. Hacemos un punto y seguido con este plato ya que al igual que con la pularda o la faisana rellena, se trinchan y sirven en sala, demostrando cómo se puede combinar un servicio moderadamente informal con uno de alta escuela saliendo realmente airosos. Sello Dávila puro y duro.
Hasta aquí una parte del capítulo salado, antes de pasar a unos dulces con más altibajos. Solo correcto el pan y chocolate, muy bonito pero de sabor tenue, y mucho mejor la sopa de maracuyá y ron de caña.
Sería injusto no reconocer que parte de la aireada inversión se dedicó a una bodega interesante y bien surtida, eficazmente gestionada por Valerio Carrera en la que una política acertada de precios invita a beber bien.
En resumen, si buscan la cuadratura del círculo en forma de local que es capaz de resolver de manera sobresaliente una comida de negocios sin fundir la tarjeta, salir triunfador de cualquier celebración familiar que allí se organice y satisfacer las exigencias de la mayoría de los aficionados a esto del buen comer, A Barra es sin duda su sitio.
Lo suyo ha sido llegar y besar el santo. Apenas un trimestre después de la apertura, cuando la Guía Michelin cerraba la edición 2017, los críticos de la guía roja ya habían apuntado un primer macarrón para A Barra. Realmente faltaríamos a la verdad si dijésemos que el éxito ha sido exprés sin tener en cuenta los mimbres (o mejor aún, los cimientos) sobre los que se ha construido el proyecto.