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Recreo: un ejemplo de alta cocina tabernaria
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Recreo: un ejemplo de alta cocina tabernaria

Transforman la experiencia adquirida en un restaurante como el Refectorio y adaptan con éxito la fórmula en una sencilla y honesta taberna del barrio de Salamanca

Foto: Taberna Recreo
Taberna Recreo

El pasado mes de mayo nos ponían tras la pista desde la Taberna Verdejo: “La calle Espartinas se anima. Aquí enfrente,unos chicos de Valladolid están reformando un local y va a tener muy buena pinta”.

Abrieron sus puertas en verano y a pesar de estar lejos de notas de prensa masivas e inauguraciones pomposas, el sitio pareció contar desde sus inicios con el beneplácito de críticos y aficionados. Normalmente, evito ir a restaurantes hasta unos meses después de su puesta en marcha, para evitar decepciones además de esa manida frase de “estamos en rodaje”, que sirve para todo salvo para el importe de la factura final (idéntica a cuando el restaurante ya está a pleno rendimiento).

Pues bien, hace unas pocas semanas y después de conocer que Pablo Montero y Alejandro Díaz, responsables del proyecto, venían no de Valladolid sino de Sardón de Duero y más concretamente del hotel Le Domaine, decidimos pasarnos por allí. Decir Le Domaine es hablar del que para este gato es el mejor hotel de España además de uno de los mejores en el capítulo gastronómico, ya que en él se alojan el magnífico Refectorio (restaurante estrellado asesorado por Adúriz, aunque alejado del radicalismo conceptual de Mugaritz) y el no menos estupendo aunque informal Vinoteca. Alguien (Pablo) que se había ocupado de las cocinas de uno y otro sitio no podía tener una propuesta gastronómica que defraudase, una vez decidido a volar en solitario.

Llama la atención la sala, que sigue pareciendo la del antiguo bar de menús que antes ocupaba el espacio, aunque convenientemente adecentada y con el ya imprescindible ladrillo visto en algunas de sus paredes. Nos parecieron especialmente agradables las mesas altas ubicadas en uno de los laterales que son además la mejor forma de soportar el bullicio cuando el local cuelga el cartel de aforo completo.

Empezar con unos encurtidos caseros para abrir boca mientras se echa un vistazo a la carta es ya una muestra de querer hacer las cosas bien, carta que por cierto es fácil 'peinarse' en cuanto se junten más de dos personas con buen apetito.

Probamos una buena gilda especialmente por la sardina, en tamaño XL. Entendimos menos la pasión que despertaba el plato de brócoli, kimchi, lima y comino ahumado. Puede que mi poca afición al brócoli influya en la percepción. Muy ricos los mejillones tigre, bien picantes, plato casi en extinción y casi sin cabida en las cartas 'modernitas' que tanto furor causan actualmente. No acabamos de verle la gracia al bollito con gamba, guindilla y ajo, que no es sino una rebanada de pan de brioche con una gamba levemente cocida al vapor y unas láminas de guindilla japonesa; dudosa interpretación de las gambas al ajillo. Sí le vimos la gracia y mucha al excelente arroz meloso con pollo de corral y colmenillas. Para terminar el capítulo salado, el tartar de vaca y trufa (ay, las trufas este otoño…) no ocupará puesto alguno en el ranking de nuestros favoritos. Golosos los postres como el de chocolate con plátano y muy especialmente, la riquísima 'tarta' de limón y romero montada sobre una torta de aceite de Inés Rosales. Para comerse media docena.

Poco que decir de una carta de vinos solo suficiente para salir del paso, comprensible en un proyecto que se inicia con aspiraciones de tener un ticket medio moderado. Seguro que en el futuro la variedad aumenta especialmente en el capítulo de blancos, sin que ello signifique volverse locos con los precios.

Servicio atento, personal y que demuestra y mucho las ganas de hacerlo bien incluso cuando son muchos los clientes a atender y a los que, como pasa muchas veces, nos da por llegar todos a la vez.

Una vez puestos en contexto y si nos abstraemos de que este no es un local 'fusión' más (de hecho, no creemos que lo sea por el simple hecho de usar algún ingrediente oriental como el miso o el kimchi) sino una buena taberna, con cocina bien ejecutada y que contribuye a seguir mejorando la oferta de lo que hasta hace poco no era sino un callejón con escaso interés gastronómico. Ahora, uno puede pasárselo muy bien 'aperitiveando' en Verdejo y comiendo en Recreo. O viceversa.

Fotos de platos: Recetags

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El pasado mes de mayo nos ponían tras la pista desde la Taberna Verdejo: “La calle Espartinas se anima. Aquí enfrente,unos chicos de Valladolid están reformando un local y va a tener muy buena pinta”.

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